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martes, 15 de diciembre de 2015

ADVIENTO: "ESPERAR EN LA MISERICORDIA DE DIOS".

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ADVIENTO: "ESPERAR EN LA MISERICORDIA DE DIOS".





A esta altura ya hemos transitado una buena parte del Adviento. No obstante, quisiera aprovechar este tiempo que resta  para que juntos reflexionemos sobre su significado y cómo nos preparamos para el acontecimiento de revivir el Nacimiento del Niño Jesús.

Para meternos de lleno en este acontecimiento es necesario que tengamos en cuenta dos aspectos que considero fundamentales.

El primero  está referido a la preparación personal, única e intransferible. Dice San Agustín: "Dios que te creo sin tí no podrá salvarte sin tí" 

En efecto, "Jesús nos advierte con meridiana claridad sobre la suerte de nuestro paso por esta vida. 


Si nos empeñamos, obstinadamente, en vivir absortos por la inmediatez de los afanes de la vida, llegará el último día de nuestra existencia terrena tan de repente que la misma ceguera de nuestra glotonería nos impedirá reconocer el mismísimo Dios, que vendrá (porque aquí estamos de paso, ¿lo sabías?) para llevarnos a la intimidad de su Amor infinito. 

Será algo así como lo que le ocurre a un niño malcriado: tan entretenido con "sus" juguetes, que al final olvida el cariño de sus padres y la compañía de sus amigos. Cuando se da cuenta, llora desconsolado por su inesperada soledad.

El antídoto que nos ofrece Jesús es igualmente claro: "Estad en vela, orando en todo tiempo" (Lc 21,36). Vigilar y orar...El mismo aviso que les dio a sus Apóstoles la noche en que fue traicionado.



La oración tiene un componente admirable de profecía, muchas veces olvidado en la predicación, es decir, de pasar del mero "ver" al "mirar" la cotidianeidad en su más profunda realidad. 

Como escribió Evagrio Póntico, "la vista es el mejor de todos los sentidos; la oración es la más divina de todas las virtudes". 

Los clásicos de la espiritualidad lo llaman "visión sobrenatural", mirar con los ojos de Dios. O lo que es lo mismo, conocer la Verdad: de Dios, del mundo, de mí mismo. 

Los profetas fueron, no sólo los "padecían lo que iba a venir", sino también los que sabían interpretar el presente en su justa medida, alcance y densidad. Resultado: supieron reconducir la historia, con la ayuda de Dios.

Tantas veces nos lamentamos de la situación del mundo. -¿Adónde iremos a parar?-, decimos. Hoy es el día de resoluciones definitivas. 

Quizá va siendo hora de que alguien más esté bien dispuesto a levantarse de su embriaguez de presente y se ponga manos a la obra de un futuro mejor. ¿Quieres ser tú? ¡ánimo! Que Dios te bendiga". (Rev. D. Antoni Carol i Hostench, Sant Cugat del Vallés, Barcelona, España).
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En segundo lugar tenemos que ubicarnos en el hoy y aquí, esto es, es imposible meternos particularmente en este Adviento sin tener en cuenta que estamos inmersos en el Año Santo del Jubileo de la Misericordia. 


En efecto, el 8 de diciembre Francisco dio su inicio con la apertura de la Puerta Santa de la Misericordia. 





El Año jubilar se concluirá en la solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016.

Dice Francisco es necesario “facilitar que sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes”.



Nos invita a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie, y en este sentido escribe “que la indulgencia jubilar plena es fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad”


El hecho de como algunas personas viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo, explica. 

Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por dónde ir.

Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto, y recuerda que “el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre”. (Mensaje del Papa a Mons.Fisichella por el año Jubilar. "El perdón de Dios no se puede negar al que se haya arrepentido".2015-09-01).



A la necesidad de la oración, al Vigilar y orar, a que el Año Jubilar de la Misericordia sea una oportunidad para un auténtico encuentro con la misericordia de Dios, debemos, además, confiar en la esperanza que la misericordia de Dios abre los horizontes y nos hace libres.




En ese sentido dice Francisco: La esperanza en la misericordia de Dios abre los horizontes y nos hace libres, mientras la rigidez clerical cierra los corazones y hace mucho mal. 

La primera Lectura del día, tomada del Libro de los Números, se refiere a Balaam, un profeta contratado por un rey para maldecir a Israel. Balaam – observó el Papa – “tenía sus defectos, e incluso sus pecados, porque todos tenemos pecados, todos. 

Todos somos pecadores. Pero no se asusten – exhortó el Pontífice – Dios es más grande que todos nuestros pecados”. “En su camino, Balaam encuentra al ángel del Señor y cambia su corazón”. “No cambia de partito”, sino que “cambia del error a la verdad, y cuenta lo que ve”: el Pueblo de Dios vive en las tiendas, en medio del desierto, y él, “además del desierto ve la fecundidad, la belleza, la victoria”. Abrió su corazón, “se convirtió” y “vio lejos, vio la verdad”, porque “con buena voluntad siempre se ve la verdad”. “Es una verdad que da esperanza”.


“La esperanza – afirmó el Papa – es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace ver lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados”. Nos hace “ver la belleza de Dios”:

“Cuando yo me encuentro con una persona que tiene esta virtud de la esperanza y se encuentra en un momento feo de su vida – ya sea una enfermedad, una preocupación por un hijo o una hija, o por alguien de la familia, que padece algo – pero que tiene esta virtud, en medio del dolor, tiene el ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá. 

Y ésta es la esperanza. Y ésta es la profecía que hoy nos ofrece la Iglesia: nos quiere mujeres y hombres de esperanza, incluso en medio de los problemas. 

La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para resolver una situación”.

En el Evangelio se habla de los jefes de los sacerdotes que preguntan a Jesús con qué autoridad actúa: “No tienen horizontes” – dijo el Papa – son “hombres cerrados en sus cálculos”, “esclavos de las propias rigideces. Y los cálculos humanos “cierran el corazón, cierran la libertad”, mientras “la esperanza nos vuelve ligeros”:

“Qué hermosa es la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre y una mujer de Iglesia. En cambio, qué fea y cuánto mal hace la rigidez de una mujer y de un hombre de Iglesia, la rigidez clerical, que no tiene esperanza.


En este Año de la Misericordia, están estos dos caminos: quien tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es Padre; Dios perdona siempre, pero todo; más allá del desierto está el abrazo del Padre, el perdón. 



Y también están aquellos que se refugian en su propia esclavitud, en su propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no los ha salvado”.

El Papa concluyó su homilía relatando un hecho que sucedió en 1992 en Buenos Aires, durante una Misa para los enfermos. Estaba confesando ya desde hacía muchas horas, cuando llegó una mujer muy anciana, de 80 años de edad, “con los ojos que ven más allá, esos ojos llenos de esperanza”:

“Y yo le dije: ‘Abuela, ¿usted viene para confesarse?’. Porque yo me estaba levantando. ‘Sí’. ‘Pero, usted no tiene pecados’. Y ella me dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero, ¿acaso el Señor no los perdona?’. ‘¡Dios perdona todo!’, me dijo. Dios perdona todo. ‘¿Y cómo lo sabe?’, le pregunté. ‘Porque si Dios no perdonara todo, el mundo no existiría’. Ante estas dos personas – el libre, la esperanza, el que te trae la misericordia de Dios, y el cerrado, el legalista, precisamente el egoísta, el esclavo de las propias rigideces – recordemos esta lección que esta anciana de 80 años de edad – era portuguesa – me dijo: Dios perdona todo, sólo espera que tú te acerques”.(Homilía de la Misa de la mañana celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.14-12-2015).




Entramos así a recorrer unos días de verdadera expectación. Jesús lo dice claramente no sabemos "cuando será el momento" (Mc 13,33). Si realmente en esta vida hay un momento decisivo ¿Cuándo será? No lo sabemos. Lo importante es que cuando llegue no nos encuentre dormidos sino expectantes en una espera confiada..El tiempo en esta peregrinación a la Casa del Padre es tiempo para conocer más a Jesús para amarlo cada vez más y para darlo a los demás. Si realmente tengo a Cristo tengo que darlo.



La vida es una constante lucha interior un comenzar y recomenzar, caigo y me levanto..., en suma, es una conversión permanente, inacabada, debo convertirme todos los días.

"En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera -este momento único, que cada uno recuerda y en el cual uno hizo claramente aquello que el Señor nos pide- es importante; pero todavía son más importantes, y más difíciles, las sucesivas conversiones" (San Josémaría).



Por tanto, el tiempo en esta vida ha de ser de entrega para acrecentar nuestra capacidad de amar y de entrega allí donde El lo quiera sobre todo en mi m2, mi ambiente y mi circunstancia de vida.

En este tramo final del Adviento tenemos que prepararnos para celebrar el gran advenimiento: la venida de Nuestro Señor Jesucristo.

"Navidad", "Nativitas": ¡ojalá que cada jornada de nuestra existencia sea un "nacimiento" a la vida de amor! Quiza resulte que hacer de nuestra vida una permanente "Navidad" sea la mejor manera de no dormir. ¡Nuestra Madre Santa María vela por nosotros.(Rev. D. Antoni Carol i Hostench, Sant Cugat del Vallés, Barcelona, España).




Decálogo para la “Navidad de la Misericordia”


1)Tómate en serio esta oferta jubilar del Papa. Muestra el rostro más afable de tu persona y, con ello, estarás mostrando tu fe.

2)En tu Diócesis hay una “Puerta Santa”. Y, sobre todo, no olvides que –esa Puerta Santa- tiene dos objetivos: hacia dentro (Dios te aguarda) y hacia fuera (el mundo te espera y te necesita).

3)Un corazón que se da necesita rearmarse. Que la Palabra de Dios te ilumine. No olvides parábolas como el “Buen Pastor”, “Buen Samaritano” o “El hijo pródigo”. San Lucas, además, te puede ayudar durante este tiempo.

4)Aprende, memoriza y practica las obras corporales de la Misericordia: Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Vestir al desnudo. Visitar a los presos. Dar albergue al que no lo tiene. Visitar a los enfermos. Enterrar a los muertos.

5) Conoce, asimila y lleva a cabo las obras espirituales de la Misericordia: Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que se equivoca. Perdonar al que nos ofende. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Rezar a Dios por los vivos y los difuntos.

6) Vive la Navidad naciendo y renaciendo allá donde veas una situación que puedas mejorar. Que seas estrella que ofrezca luz, manos que derramen generosidad y ángel que pregone Buena Noticia. Adora a Dios hecho carne en Belén.

7) No es lo mismo comer en un plato limpio que en un plato sucio. Y, la Misericordia, es mejor, más sana y más equilibrada cuando –por dentro- se está a bien con uno mismo y con Dios: ¡Confiésate y a menudo!

8) Da gracias a Dios por las “gracias” de este Año de la Misericordia. Especialmente porque, ahora en Navidad, Dios pone las cartas sobre la mesa. Nos muestra lo que tiene: amor sin límites en Belén.

9) Atrévete a ser diferente. No respondas a la ofensa con el odio sino con el perdón. Dios, a pesar del mundo y de los poderosos, eligió el camino del silencio y de la humildad para ser grande. No fue comprendido pero, por muchos, hoy sigue siendo querido.

10) Arrímate a la Virgen María para que, como Ella, seas una fuente incesante de alegría, de sencillez, de paz, de fe y de esperanza. Recuerda que, Ella, es Madre de Misericordia, de todos aquellos que salen con su corazón al encuentro y solución de las miserias de los demás.


¡FELIZ NAVIDAD DE LA MISERICORDIA!

Javier Leoz





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