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viernes, 11 de abril de 2014

II. LA NUEVA EVANGELIZACIÓN SEGÚN MONS. RINO FISICHELLA.

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II. LA NUEVA EVANGELIZACION. 


*LA NUEVA EVANGELIZACIÓN INICIA CON LA
CREDIBILIDAD DE LOS TESTIMONIOS


 *LA ACTUALIDAD DEL ANUNCIO

*EL DERECHO DE DIOS

*PARA EL HOMBRE QUE TIENE NOSTALGIA  DE DIOS

*CUANDO LAS PREDICACIONES TIENEN ÉXITO

*“NUEVA EVANGELIZACIÓN: HORIZONTES PROBLEMAS Y RESPONSABILIDADES”

* LA NUEVA EVANGELIZACIÓN INICIA CON LA
CREDIBILIDAD DE LOS TESTIMONIOS

*LA NUEVA EVANGELIZÓN EXIGE CENTRARSE EN EL TESTIMONIO

*LA NUEVA EVANGELIZACIÓN EMPEZÓ CON EL CONCILIO VATICANO II







LA NUEVA EVANGELIZACIÓN INICIA CON LA CREDIBILIDAD DE LOS 
TESTIMONIOS




2012-08-12 Radio Vaticana 
sábado 11 de agosto

El Arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización, en su intervención de apertura del congreso “Proclaim 2012” que se celebra en Chatswood, Australia.

 “La Iglesia –dijo el prelado citando las palabras de Benedicto XVI– tiene el deber de anunciar siempre y por doquier a Jesucristo y su Evangelio, porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”.

Y añadió que “la Iglesia, a través de una nueva y continua evangelización, debe “asumirse el deber de transmitir un patrimonio vivo de cultura y de valores que no se puede permitir que caiga en el olvido”, porque hoy “muchas doctrinas humanas tiene la pretensión de ser mejores de las doctrinas de la fe”.

A la vez que destacó que en este tiempo de crisis se ha redescubierto el interés por Dios y por la religión, si bien es un interés superficial, puesto que “las personas buscan diversas modalidades de religión, que cada uno elige entre las que encuentra más agradables y que procuren una experiencia religiosa que parezca más satisfactoria ante las necesidades del momento”.

He aquí, por tanto, que la nueva evangelización debe tener la capacidad y el deber de “saber cómo dar una explicación de nuestra fe, indicando a Jesucristo, el Hijo de Dios, como el único salvador de la humanidad”.

También destacó que el Año de la Fe nos ofrece una oportunidad para renovar Pentecostés, iniciativa durante la cual la comunidad cristiana podrá ofrecer a las muchas personas que tienen un deseo de Dios y un profundo deseo de encontrarlo en su propia vida, auténticas “amistades de la fe”, en una comunidad espiritualmente madura que reúna al mismo tiempo los términos de “identidad” y “pertenencia”.

Se trata del objetivo de la nueva evangelización –prosiguió el Arzobispo– que es el de formular una nueva “apología de la fe”, que requiere que ésta sea verdaderamente un acto libre, fruto de nuestro completo abandono en Dios, por medio del cual cada uno de nosotros se encomienda a Él con el propio intelecto y con la propia voluntad”.

Porque la nueva evangelización –concluyó el Prelado– “comienza con la credibilidad de nuestro vivir como creyentes y a partir de la convicción de que la gracia obra y se transforma hasta el punto de convertir el corazón, en un viaje que sigue empeñando al cristiano después de dos mil años de historia”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).


“NUEVA EVANGELIZACIÓN: HORIZONTES PROBLEMAS Y RESPONSABILIDADES

la Universidad Gregoriana “Dies academicus”

O3/8/2012




 Si el Occidente se avergüenza de lo que ha sido, de las raíces que lo sostienen y de la identidad cristiana que todavía lo plasma, entonces no tendrá futuro. La conclusión podrá ser solo la de un declive irreversible».

Lo afirmó el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización durante el “Dies academicus” que se desarrolló hoy en la Universidad Gregoriana, alrededor del tema: “Nueva Evangelización: horizontes, problemas y responsabilidades”.


Según mons. Fisichella, en los países que fueron plasmados y que se formaron por la fe cristiana, «la elección que muchos están llevando a cabo de permanecer neutrales ante la religión es lo más dañino que se pueda imaginar». 

«Vivir de la indiferencia, del agnosticismo y del ateísmo no solo no permitirá que alcancemos una respuesta al tema fundamental del sentido de la vida, sino que tampoco permitirá que alcancemos el objetivo de la unidad de estas tierras -explicó en su discurso, que fue retomado por “L’Osservatore Romano”. 

No es así que la historia progresa. No es marginando ni exorcizando al cristianismo que se podrá llegar a una sociedad mejor».

Según Fisichella, pues, «poner de nuevo al centro del compromiso cultural y político algunos principios de valores será lo más eficaz para el futuro». En primer lugar, observó, «la familia, que representa el sostén determinante del tejido social». 

Además, «la primacía de la vida humana, desde su primer instante hasta su conclusión natural, se presenta como la urgente toma de consciencia ante una generalizada forma de “desnatalidad” y de desprecio por la vida que ponen en crisis la misma supervivencia de la civilización».
 
«Nosotros, los católicos, no retrocederemos a la hora de asumir esta responsabilidad y no aceptaremos ser marginados»
Actualizado 25 septiembre 2012






UN MODO NUEVO DE TRANSMITIR 

EL IDÉNTICO MENSAJE DE SALVACIÓN


2012-08-09 Radio Vaticana


(RV).- “Obligar a callar el deseo que el hombre de Dios no puede hacer llegar a la autonomía. El hombre está en crisis, pero no es marginando el cristianismo el modo de llegar a una sociedad mejor”. Son los conceptos centrales de la intervención .de Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontifico para la Nueva Evangelización en Chatswood, Australia, donde está en curso el congreso “Proclaim 2012”.

En efecto, en su ponencia titulada “¿Qué es la nueva evangelización?”, Mons. Fisichella afirmó que el “gran desafío del futuro está en que quien quiere la libertad de vivir como si Dios no existiera puede hacerlo, pero debe saber lo que esto comporta. 

Trazando, de este modo, la situación de crisis del hombre contemporáneo, que “ha olvidado lo esencial”, celoso como es de su propia independencia y de la responsabilidad personal de su modo de vivir. Porque como afirmó, no es excluyendo a Dios de la propia vida que el mundo será mejor. Mientras los católicos no aceptarán ser marginados, y seguirán llevando la Buena noticia al mundo, que es Jesús.

Sin embargo, el Presidente del Consejo Pontifico para la Nueva Evangelización puntualizó que el anuncio de los creyentes no debe recurrir “a la arrogancia y al orgullo”, ni expresar un “sentido de superioridad hacia los demás”. 

Sino al contrario, debe ser llevado “con dulzura, respeto y recta conciencia”. Porque en esto consiste la nueva evangelización: en la misión de la Iglesia de hoy, de toda la Iglesia, hecha por pastores, sacerdotes y laicos. Lo que no es algo diferente del pasado, sino un modo nuevo de transmitir el idéntico mensaje de salvación del Señor Resucitado por nosotros.

Junto a Benedicto XVI, Mons. Fisichella recordó que no se ayuda “diluyendo la fe”, sino sólo viviéndola totalmente en nuestro presente. Porque no serán las tácticas las que nos salvarán, sino una fe repensada y vivida de modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él el Dios vivo, entre en nuestro mundo”.

La primacía, por tanto, va al testimonio, de modo que el instrumento principal para llevar el anuncio de salvación a cada persona, en todo lugar y en todo tiempo, se ha hecho realidad en la caridad, porque la vida encuentra su plena realización sólo en el horizonte de la gratuidad. Mons. Fisichella añadió que nos hemos obstinado en privilegiar todo lo que el mundo ha rechazado considerándolo inútil y poco eficiente. 

De ahí que el enfermo crónico, el moribundo, el marginado, el diversamente hábil y todo lo que expresa ante los ojos del mundo la falta de futuro y de esperanza, encuentra el empeño de los cristianos.

Y junto a todo esto, la exigencia de variar el modo de evangelizar, tal como subrayaba el Papa Pablo VI, y de encontrar nuevas formas, desarrollando capacidades de adaptación. Mons. Fisichella recordó que la expresión “nueva evangelización” fue usada por primera vez por el Beato Juan Pablo II en 1979, y su semilla fue recogida por Benedicto XVI con la institución del Consejo Pontificio para la Promoción de la nueva evangelización. 

A la vez que añadió que no se puede evangelizar sin evangelizadores, porque la responsabilidad del anuncio es de todos. De aquí la invitación a los cristianos a saber discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo que da fruto y lo que, en cambio, es efímero. Lo que constituye el principal desafío de la Iglesia de hoy.

(María Fernanda Bernasconi – RV).




CUANDO LAS PREDICACIONES 

TIENEN ÉXITO.




Este año, antes de cualquier espectáculo del festival de Espoleto en teatros y auditorios, la voz que presentaba el programa de la jornada alternaba el anuncio de espectáculos teatrales, musicales y bailes con el de siete predicaciones sobre los siete vicios capitales. Sí: predicaciones. 

Esos sermones aburridos de los que todos huyen como de la peste y que en cambio, casi inexplicablemente, atrajeron a cientos de personas a la iglesia de Santo Domingo. Un público nutrido y en constante aumento a pesar del calor vespertino. 

Y no era sólo por la curiosidad de ver de cerca y escuchar a personalidades conocidas, como el cardenal Gianfranco Ravasi o fratel Enzo Bianchi, ya que tuvieron mucho éxito también figuras menos famosas, como monseñor Andrea Lonardo, quien se refirió al vicio de la gula.

La iniciativa gustó porque los predicadores —todos muy buenos y concienzudamente preparados— hablaban de nuestras vidas, y explicaban en un modo que hoy puede resultar nuevo el sentido de malestar y de infelicidad que a menudo las recorre. 

Hace tiempo que nos hemos acostumbrado a explicar nuestras dificultades para vivir según parámetros psicológicos que frecuentemente, reducidos a superficial divulgación, consisten en echar a los demás la culpa de nuestros errores o, todavía menos honorablemente, en contemplar la transición de los planetas. 

En cambio las predicaciones de Espoleto han proporcionado otra idea de reflexión, retomando conceptos que parecían olvidados: muchos de los hábitos que hoy se consideran loables son en realidad vicios que envenenan el alma, y por ello la vida. La gula, el afán de carrera y beneficio, la búsqueda del placer a toda costa, el nihilismo de quien no cree en nada predicado por tantos de nuestros estimadísimos maîtres à pénser no son buenas prácticas de vida, sino el camino de la ansiedad, la depresión, la soledad.

Enmarcó la cuestión el arzobispo Rino Fisichella en la predicación inaugural, dedicada al primero de todos los vicios, la soberbia: porque, como explicó, los demás derivan de éste, o sea, de la presunción humana de poder prescindir de Dios, despreciando sus mandamientos. 

Y aclaró cómo la práctica de los vicios tiende a arraigarse, transformando un único acto erróneo en un hábito nocivo. El vicio más inquietante, más difícil de diagnosticar, es la acidia, que golpea precisamente el hábito de la virtud, negándole todo sentido. 

Monseñor Pierangelo Sequeri iluminó a una atentísima platea sobre la acidia, que se manifiesta como disgusto para la búsqueda espiritual y obsesivo replegamiento del narcisismo. Relatando la historia de un benedictino medieval, Otloh de San Emeramo, que, golpeado por este vicio, supo combatirlo y vencerlo.

Las siete predicaciones fueron ricas de citas esclarecedoras, que recordaron o enseñaron que la cultura cristiana conserva un tesoro de textos centrados en el conocimiento del ánimo humano, a los que se puede acudir siempre con provecho, incluso muchos siglos después. 

Por lo demás, pocos entre los oyentes —de estos muchísimos no están acostumbrados a frecuentar las iglesias— sabían distinguir verdaderamente que la envidia no sólo envenena los corazones, sino que destruye las relaciones humanas, como explicó el arzobispo Vicenzo Paglia. 

O que existe una avaricia espiritual, tal vez más odiosa que la material, practicada por quien es avaro con su tiempo o se apega a los cargos y no los cede a nadie, reveló el arzobispo Renato Boccardo.

Los vicios pueden ser insidiosos porque tienen también un lado positivo, como la cólera —dijo el prior Bianchi— que lo fue incluso de Jesús, pero sin convertirse en signo de desprecio hacia el otro, como a menudo sucede en la humana. 

Y en cualquier caso se debe siempre considerar que a todo vicio le corresponde un lado opuesto, positivo, que presentó el cardenal Ravasi cuando introdujo el tema de la lujuria a través de una reflexión sobre el amor.

Y aunque el director del festival, Giorgio Ferrara, en su balance conclusivo observó el éxito de las predicaciones en un discurso que se orientaba obviamente a la afluencia del público y a las reacciones de la crítica, es necesario recordar igualmente que esta iniciativa, en colaboración con el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, ha sido sobre todo un excelente ejemplo de comunicación de la tradición cristiana más allá de sus ámbitos clásicos.

Permitiendo así conocer, a tantas personas que no entrarían fácilmente a una iglesia para oír  misa —y por lo tanto una homilía—, qué riqueza de pensamiento y de apremio puede ofrecer una gran tradición que —muchos parecen haberlo olvidado— puede reivindicar con razón ser experta de humanidad.
Lucetta Scaraffia


LA ACTUALIDAD DEL ANUNCIO

2012-08-10



2012-08-10 L’Osservatore Romano
Publicamos pasajes de la intervención del presidente del Consejo Pontificio para la nueva evangelización en la primera conferencia nacional, «Proclaim 2012», sobre la nueva evangelización, en Chatswood, Australia. En su anterior intervención, titulada: «¿Qué es la nueva evangelización?», el prelado subrayó que «acallar el deseo de Dios no puede dar lugar a la autonomía. El hombre está en crisis, pero no es marginando al cristianismo como se podrá tener una sociedad mejor.

El gran desafío que nos espera en el futuro está aquí: quien quiera la libertad de vivir como si Dios no existiese puede hacerlo, pero debe saber qué es lo que le espera. No es excluyendo a Dios de su vida como el mundo se mejorará: los católicos no aceptarán ser marginados y seguirán llevando al mundo la buena nueva de Jesús ».

En la primera línea de su Motu proprio Ubicumque et Semper, con el que se puso oficialmente en marcha el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, el Papa Benedicto XVI llama la atención de todos hacia la persona de Jesucristo. «La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y por doquier el Evangelio de Jesucristo. 

Él, el primer y supremo evangelizador, el día de su ascensión al Padre mandó a los Apóstoles: Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20). 

Estas primeras palabras del Motu proprio subrayan la necesidad de poner a Jesucristo en el  centro de la nueva evangelización y la importancia de reconocer que la fe recibida de los Apóstoles y la que se debe predicar es precisamente la persona de Jesucristo. 

El autor sagrado de la Carta a los Hebreos usa una expresión concisa y definitiva para que no queda duda de que Jesucristo es la revelación completa, inmutable y definitiva de Dios: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre » (Hb 13, ).

Rino Fisichella


EL DERECHO DE DIOS


2012-05-15 L'Osservatore Romano



¿Por qué un Año de la fe? La pregunta no es retórica y merece una respuesta, sobre todo de cara a la gran espera que se está registrando en la Iglesia para tal evento.
Benedicto XVI dio un primer motivo cuando anunció la convocación: «La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recodar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su propia identidad, el derecho de aquello que le pertenece, es decir, nuestra vida. Precisamente para dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto en el que a menudo se encuentran hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da la vida en plenitud».

Esta es la intención principal. No hacer caer en el olvido el hecho que caracteriza nuestra vida: creer. Salir del desierto que lleva consigo el mutismo de quien no tiene nada que decir, para restituir la alegría de la fe y comunicarla de manera renovada.

Por tanto, este año se extiende en primer lugar a toda la Iglesia para que, de cara a la dramática crisis de fe que afecta a muchos cristianos, sea capaz de mostrar una vez más y con renovado entusiasmo el verdadero rostro de Cristo que llama a su seguimiento.

Es un año para todos nosotros, para que en el camino perenne de fe sintamos la necesidad de reforzar el paso, que a veces se hace lento y cansado, y hacer que el testimonio sea más incisivo. No pueden sentirse excluidos cuantos tienen conciencia de su propia debilidad, que a menudo toma las formas de la indiferencia y del agnosticismo, para encontrar de nuevo el sentido perdido y para comprender el valor de pertenecer a una comunidad, verdadero antídoto a la esterilidad del individualismo de nuestros días.

De todas maneras, en «Porta fidei» Benedicto XVI escribió que esta «puerta de la fe está siempre abierta». Lo que significa que ninguno puede sentirse excluido del ser provocado positivamente sobre el sentido de la vida y sobre las grandes cuestiones que golpean sobre todo en nuestros días por la persistencia de una crisis compleja que aumenta los interrogantes y eclipsa la esperanza. Hacerse la pregunta sobre la fe no equivale a alejarse del mundo; más bien, hace tomar conciencia de la responsabilidad que se tiene hacia la humanidad en esta circunstancia histórica.

Un año durante el cual la oración y la reflexión podrán conjugarse más fácilmente con la inteligencia de la fe de la que cada uno debe sentir la urgencia y la necesidad. De hecho, no puede ocurrir que los creyentes sobresalgan en los diversos ámbitos de la ciencia, para hacer más profesional su compromiso laboral, y encontrarse con un débil e insuficiente conocimiento de los contenidos de la fe. Un desequilibrio imperdonable que no permite crecer en la identidad personal y que impide saber dar razón de la elección realizada.

Rino Fisichella



PARA EL HOMBRE QUE TIENE 

NOSTALGIA  DE DIOS

2012-06-22




2012-06-22 L’Osservatore Romano
Para ir más allá de la pobreza espiritual de un mundo que ya no logra percibir la presencia de Dios: el Año de la fe —querido por Benedicto XVI— y que durará desde el próximo 11 de octubre hasta el 24 de noviembre de 2013, se dirige, por tanto, al hombre que tiene nostalgia de Dios.

El ritmo de este tiempo de gracia fue ilustrado esta mañana, jueves 21 de junio, en la Oficina de información de la Santa Sede, por el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización. 

Ante todo, sus objetivos. El Año de la fe «pretende sostener —explicó el prelado—la fe de tantos creyentes que en la fatiga cotidiana no cesan de confiar con convicción y valor su propia existencia al Señor». Aunque el testimonio de la fe no es noticia para los hombres, resaltó el arzobispo, «es valioso a los ojos del Altísimo».

Ahora se trata de recuperar su sentido, perdido en un mundo marcado por una crisis generalizada que ha afectado también a la fe misma. Decenios de lo que monseñor Fisichella no dudó en definir «incursiones de un laicismo que en nombre de la autonomía individual exigía la independencia de toda autoridad revelada y tenía como programa “vivir en el mundo como si Dios no existiese”». 

Esto ha generado una crisis antropológica «que ha dejado al hombre abandonado a sí mismo», dejándolo «confuso, solo, a merced de fuerzas cuyo rostro ni siquiera conoce, y sin una meta hacia la cual destinar su existencia».

De aquí la necesidad de ir más allá. A través de un camino significativamente representado por el logotipo que caracterizará a cada una de las numerosas citas previstas. Es la clásica imagen de la Iglesia representada por una barca navegando sobre olas apenas esbozadas gráficamente. 

El mástil es una cruz que iza velas sobre las cuales unos signos dinámicos realizan el trigrama de Cristo, IHS. Sobre el fondo de las velas un sol estilizado reúne el trigrama ofreciendo la imagen simbólica de la Eucaristía.



“NUEVA EVANGELIZACIÓN: HORIZONTES PROBLEMAS Y RESPONSABILIDADES

la Universidad Gregoriana “Dies academicus”

O3/8/2012





Si el Occidente se avergüenza de lo que ha sido, de las raíces que lo sostienen y de la identidad cristiana que todavía lo plasma, entonces no tendrá futuro. La conclusión podrá ser solo la de un declive irreversible». Lo afirmó el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización durante el “Dies academicus” que se desarrolló hoy en la Universidad Gregoriana, alrededor del tema: “Nueva Evangelización: horizontes, problemas y responsabilidades”.

Según mons. Fisichella, en los países que fueron plasmados y que se formaron por la fe cristiana, «la elección que muchos están llevando a cabo de permanecer neutrales ante la religión es lo más dañino que se pueda imaginar». «Vivir de la indiferencia, del agnosticismo y del ateísmo no solo no permitirá que alcancemos una respuesta al tema fundamental del sentido de la vida, sino que tampoco permitirá que alcancemos el objetivo de la unidad de estas tierras -explicó en su discurso, que fue retomado por “L’Osservatore Romano”. No es así que la historia progresa. No es marginando ni exorcizando al cristianismo que se podrá llegar a una sociedad mejor».


Según Fisichella, pues, «poner de nuevo al centro del compromiso cultural y político algunos principios de valores será lo más eficaz para el futuro». En primer lugar, observó, «la familia, que representa el sostén determinante del tejido social». Además, «la primacía de la vida humana, desde su primer instante hasta su conclusión natural, se presenta como la urgente toma de consciencia ante una generalizada forma de “desnatalidad” y de desprecio por la vida que ponen en crisis la misma supervivencia de la civilización».
 
«Nosotros, los católicos, no retrocederemos a la hora de asumir esta responsabilidad y no aceptaremos ser marginados»

Actualizado 25 septiembre 



LA NUEVA EVANGELIZACIÓN EXIGE 

CENTRARSE EN EL TESTIMONIO







El pasado día 21 Su Santidad Benedicto XVI recibió la visita de recibió de los prelados de la Conferencia Episcopal de Francia. Fue un encuentro marcado por el desafío de la secularización de la sociedad francesa y europea. Benedicto XVI señalo a los asistentes:
“La solución de los problemas pastorales diocesanos que se presentan, no debe limitarse a cuestiones de organización, por muy importantes que sean, ya que existe el peligro de acentuar la búsqueda de la eficacia con una suerte de ´burocratización de la pastoral’, centrándose en las estructuras y los programas, que pueden pasar a ser (...) de uso exclusivo de los miembros de dichas estructuras (...) 

La evangelización exige, en cambio, partir del encuentro con el Señor en un diálogo establecido en la oración y, después, concentrarse en el testimonio, para ayudar a nuestros contemporáneos a volver a descubrir los signos de la presencia de Dios”.

Los signos de la presencia de Dios parecen que ha desaparecido del mundo. La ciencia, la política, el modo de vida actual y el tremendo vacío de sentido de todo ello, impiden a muchas personas acercarse al Señor.

Pero, no creo que todos estos problemas sean exclusivos de la sociedad actual. Tal vez lo único realmente novedoso sea el entramado de prejuicios que la sociedad ha creado para defenderse del cristianismo. Para cada propuesta cristiana hay un prejuicio que impide que sea considerada. Sin duda nos hace falta un medio providencial que haga posible saltar esas barreras. Dios no nos da sus dones sin las herramientas para hacerlos llegar a los demás.

En los primeros tiempos del cristianismo, las calzadas romanas eran herramientas de imposición del poder romano sobre amplias zonas de Europa, pero también eran vías de comercio, intercambio cultural y evangelización. Gracias a estas calzadas y las vías marítimas fue posible que el cristianismo llegar rápidamente a todo el Imperio Romano y más allá.

Hoy en día tenemos medios providenciales, como es la red y los contenidos multimedia. ¿Cuándo ha sido posible realizar presentaciones, videos o animaciones en nuestra casa? ¿Cuándo ha sido posible que estos contenidos lleguen a cualquier parte del mundo en unas décimas de segundo? ¿No es maravilloso?

Sin duda la red es providencial, aunque es necesario elaborar contenidos de calidad. Ya hay muchas personas que se dedican a esa misión de forma totalmente desinteresada. Pongo el ejemplo de Catoliscopio o Catholic Link, Arguments, entre otros muchos lugares donde encontrar contenidos de calidad para difundir. Sin duda la figura del voluntario laico se está convirtiendo en el referente de la Nueva Evangelización. 

Pero es importante tener claro que esta nueva figura no eclipsa o pone en segundo plano la importancia del sacerdocio ministerial. En este sentido, Benedicto XVI dijo lo siguiente a los prelados franceses:

“… la animación cristiana de las realidades temporales en las que actúan por su propia iniciativa y de forma independiente, a la luz de la fe y la enseñanza de la Iglesia. Por tanto, es necesario salvaguardar la diferencia entre el sacerdocio común de todos los fieles y el sacerdocio ministerial de los que están ordenados para servir a la comunidad; una diferencia que es no sólo de grado sino de naturaleza. 

Por otra parte hay que tener plena fidelidad al depósito de la fe enseñada por el Magisterio auténtico y profesada por la Iglesia entera”

Sin duda la sociedad actual nos predispone a pensar que cada uno de nosotros es autosuficiente. Nos dice que no nos hace falta nadie más que nosotros mismos, que lo podemos todo. La Iglesia necesita de todos y cada uno de nosotros. Los sacerdotes son esenciales, pero los seglares comprometidos en cada uno de los campos sociales, son igual de necesarios. 

Cada uno es imprescindible para la misión que Dios nos ha dado. Una trampa del enemigo es hacernos buscar constantemente lo mejor, mientras desechamos lo bueno.

Dar noticia de los signos de la presencia de Dios es tarea de todos. No podemos delegar por comodidad, la misión que es propia de cada uno de nosotros. Benedicto XVI nos recuerda que no vivimos para nosotros mismos, sino para servir a los demás.

“... colocar en el centro del dinamismo eclesial el servicio a los hermanos, sobre todo a los más frágiles. Que el servicio al hermano, enraizado en el amor de Dios suscite en todos vuestros fieles la voluntad de contribuir, cada uno en medida de sus fuerzas, a hacer de la humanidad en Cristo, una única familia, fraternal y solidaria”



LA NUEVA EVANGELIZACIÓN 

EMPEZÓ CON EL CONCILIO 

VATICANO II

Benedicto XVI a los prelados del congreso promovido por las Congregaciones para los obispos y para las Iglesias Orientales


“La nueva evangelización empezó  precisamente con el concilio, que el beato Juan XXIII veía como un nuevo Pentecostés que haría florecer la Iglesia en su riqueza interior y en su extensión materna hacia todos los campos de la actividad humana”. 

Así lo afirmó Benedicto XVI al recibir en audiencia, el jueves 20 de septiembre, a un grupo de prelados participantes en el congreso que promueven las Congregaciones para los Obispos y para las Iglesias Orientales. 

Para el Papa “los efectos de aquel nuevo Pentecostés, a pesar de las dificultades de los tiempos, se han prolongado, llegando a la vida de la Iglesia en toda expresión suya: desde la institucional a la espiritual; desde la participación de los fieles laicos en la Iglesia hasta el florecimiento carismático y de santidad”. Una renovación que ha sido posible gracias al compromiso de muchos “obispos, sacerdotes, consagrados y laicos que han embellecido el rostro de la Iglesia en nuestro tiempo”.

Esta “herencia” se encomienda hoy a toda la Iglesia: la evangelización —explicó el Pontífice— “no es obra de algunos especialistas, sino de todo el pueblo de Dios, bajo la guía de los pastores”, a quienes corresponde en particular la tarea de presentar “los contenidos esenciales de la fe, de forma sistemática y orgánica, para responder también a los interrogantes que plantea nuestro mundo tecnológico y globalizado”. 

Una misión que exige de los obispos “el ejemplo de una vida vivida en el abandono confiado en Dios”, porque —recordó el Papa— “no se puede estar al servicio de los hombres sin ser primero siervos de Dios”.

21 de septiembre de 2012



EL SEÑOR ENCIENDA NUESTRO  CORAZÓN PARA QUE ILUMINEMOS EL MUNDO: 

PAPA, ECUMENISMO Y  NUEVA EVANGELIZACIÓN.


Almuerzo con los Padres Sinodales que participaron hace 50 años del Concilio VII

2012-10-13 Radio Vaticana

(RV).- (Con Audio) Al final del almuerzo con los Padres sinodales, los Obispos que participaron en el Concilio, hace cincuenta años, y los presidentes de las Conferencias Episcopales, Benedicto XVI destacó esta bella tradición creada por el Beato Juan Pablo II de coronar el Sínodo con un momento convival. Con su gran alegría por tener a su lado al Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y al Arzobispo Rowan Williams, Primado de la Comunión anglicana, el Obispo de Roma subrayó la importancia - en especial, ante el agnosticismo del mundo de hoy - del camino común, acompañados por el Señor: http://es.radiovaticana.va/global_images/mp3_icon.gif
«Para mí esta comunión es signo de que estamos en camino hacia la unidad y de que avanzamos con el corazón, el Señor nos ayudará a avanzar también exteriormente. Me parece que esta alegría nos fortalece también en el mandato de la evangelización. Synodos quiere decir ‘camino común’, estar en camino juntos, por lo que la palabra synodos me recuerda el conocido camino del Señor con los dos discípulos de Emaús, que son como una imagen del mundo agnóstico de hoy. Jesús, su esperanza, se había muerto. El mundo estaba vacío, parecía que Dios no existía o que no se interesara por ellos. Con esta desesperación en el corazón, y, sin embargo, con una pequeña llama de fe, caminan hacia adelante. El Señor camina misteriosamente con ellos y los ayuda a comprender mejor el misterio de Dios, su presencia en la historia, su caminar silenciosamente con nosotros».
Al final de la cena, las palabras del Señor encendieron los corazones e iluminaron la mente de los discípulos, recordó Benedicto XVI invitando a rezar al Señor para que con su ayuda y luz iluminemos el mundo:


 http://es.radiovaticana.va/global_images/mp3_icon.gif«Así, en el Sínodo estamos en camino junto con nuestros contemporáneos. Roguemos al Señor para que nos ilumine, encienda nuestro corazón para que logre ver y nos ilumine la mente. 

Y recemos para que, en la cena, en la comunión eucarística, podamos estar abiertos para verlo y, de este modo, encendamos también el mundo con su luz»
(CdM - RV)




ABP FISICHELLA. NECESITAMOS NUEVOS EVANGELIZADORES.

08/09/2012





Radio Vaticano ) "No podemos llevar a cabo una nueva evangelización sin nuevos evangelizadores", dijo el arzobispo Rino Fisichella jueves abrió una conferencia de tres días sobre la Nueva Evangelización en el centro de la ciudad de Sydney, Australia. 

Como orador principal en Proclama de 2012, el Presidente del Vaticano Consejo para la Nueva Evangelización hablaba de la decadencia de la fe en Europa y en las sociedades occidentales, que, dijo, no se puede detener por una "reforma de las estructuras", pero sólo por un encuentro personal con Cristo resucitado. 

Asimismo, instó a "nuevas relaciones de estima, de confianza y de acogida de los dones de las personas diferentes" dentro de la Iglesia. "Para ser un evangelizador es una vocación para que todas las personas pueden ser capaces de escuchar el Evangelio de Jesús, creer en él y llamar sobre él. 

Esa vocación nace el mismo día de nuestro bautismo y es una vocación de todos los creyentes en Cristo para hacer de sí mismo un portador creíble de la buena encapsulado en su enseñanza. 

Para su envío, entonces, es inherente a la vocación bautismal, lo que implica para todos los cristianos que asumen esta responsabilidad, cada uno en su propia persona, sin ninguna posibilidad de delegar a otros. 

La proclamación del Evangelio no puede ser delegada a otros, sino que requiere de la conciencia específica para el creyente que él o ella es ser un portador de Cristo donde quiera que vayan ". 



A continuación el texto completo de la intervención del arzobispo Fisichella en Proclamar 2012



¿QUÉ ES LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Y LO QUE SIGNIFICA PARA LA IGLESIA?

Sydney, 9 de agosto de 2012.

La nueva evangelización es un desafío. De hecho, es un gran desafío que la Iglesia acepta con el fin de confirmar una vez más la presencia de Cristo resucitado, que le guía a través de la historia. Podemos encontrar muchas definiciones diferentes de "nueva evangelización". 


Sin embargo, ya en 1974, Pablo VI dijo: "No hay una definición que es sólo parcial y fragmentaria puede proporcionar una explicación de la realidad rica, compleja y dinámica, que es la evangelización, sin correr el riesgo de empobrecer a él y al final de distorsionarlo. Es imposible entenderlo, a menos que trate de abarcar dentro de nuestra perspectiva de la totalidad de sus elementos esenciales. 

Aún así, afirmó con mucha fuerza y ​​para evitar cualquier malentendido: "No hay evangelización verdadera, si el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, no se proclama ' . 

La preocupación de Pablo VI, sin embargo, que la evangelización sea realmente nuevo, se encuentra en este pasaje: "Este problema de" cómo evangelizar "sigue siendo siempre una cuestión actual, debido a los métodos cambian de acuerdo a las circunstancias de tiempo, lugar y cultura y por lo tanto, crear un cierto desafío a nuestra capacidad para descubrir y para la adaptación. 

La responsabilidad de crear los más adecuados y los métodos más eficaces para comunicar el mensaje del Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, de manera que es audaz pero prudente, en plena fidelidad a su contenido, se encuentra sobre todo sobre nosotros, que somos pastores de la Iglesia '. 

En esta exhortación apostólica, nos encontramos con puntos importantes que se mantienen como elementos fundamentales del contenido de la nueva evangelización: la liturgia de hoy, la primacía de los testigos, la necesidad de saber cómo usar los nuevos instrumentos de comunicación, la piedad popular ... por lo tanto, la relevancia de la Evangelii nuntiandi, ya que la primera reflexión por el Magisterio pocos años después del Concilio, se mantiene como una constante fuente de estimulación.

De la homilía de Nova Huta, en junio de 1979, donde por primera vez se utilizó la expresión "nueva evangelización, Juan Pablo II nos ha enseñado durante 27 años lo importante que es comprender el significado de una nueva" fervor ", de nuevo" Métodos "y de las nuevas" expresiones ". 

Por último, Benedicto XVI quiso aceptar este desafío de una manera concreta y se ha creado el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización para "ofrecer respuestas adecuadas para que toda la Iglesia, dejándose ser regenerado por el Espíritu Santo, puede ser capaz de presentar ella misma al mundo contemporáneo con un nuevo impulso misionero a fin de promover una nueva evangelización". 

Me parece importante, sin embargo, a otro, en el comienzo mismo de nuestra reflexión, que la Iglesia no ha puesto en el camino de la nueva evangelización, porque ella se encuentra bajo una fuerte presión de la laicidad, pero, ante todo, lo que hace este porque ella quiere ser obediente y fiel a la palabra del Señor Jesús, quien le ordenó ir por todo el mundo y llevar su Evangelio a toda criatura (Marcos 16:15). 

En este pensamiento simple que podemos encontrar en el resumen de formar un proyecto para las próximas décadas, lo que nos debe encontrar capaces de entender plenamente la responsabilidad que recae sobre la Iglesia de Jesucristo en este período particular de la historia. 

La Iglesia existe para llevar el Evangelio a todas las personas de todas las edades, dondequiera que se encuentren. El mandato de Jesús es tan claro como el cristal que no admite ni de malos entendidos ni de excusas de ningún tipo.Aquellos que creen en su palabra son enviados a lo largo de los caminos del mundo para anunciar que la salvación que se prometió se ha convertido en una realidad. 

Esta proclamación tiene que estar unida a un estilo de vida que permite a los discípulos de Cristo para ser reconocidas como tales en cualquier lugar. 

Mientras el corazón del cristianismo es Cristo Jesús, el encuentro le exigirá un impacto que va a permitir a la gente ver en sus discípulos una vida que sea coherente con lo que anuncian. El camino de la nueva evangelización está marcado, estamos llamados a renovar el anuncio de Jesucristo, por el misterio de su muerte y resurrección, de suscitar la fe una vez más en él a través de la conversión de vida. 

Si nuestros ojos eran todavía capaces de reconocer el significado profundo de los acontecimientos que caracterizan la vida de nuestros contemporáneos, sería fácil demostrar lo mucho esta proclamación todavía ocupa un lugar de importancia. 

La zona en la que tenemos que estimular la reflexión de las personas, de hecho, es el significado de la vida y de la muerte, de la vida más allá de la muerte, de las cuestiones que tocan la existencia humana como tal y que determinan nuestra identidad personal, Jesucristo no puede ser excluido.

Si la proclamación de la nueva evangelización no es fuerte en la presentación del elemento de misterio que rodea la vida humana y que nos relaciona con el misterio infinito del Dios de Jesucristo, carecerá de poder efectivo que necesita para obtener la respuesta de fe.
Puede que nos ayude a entrar más plenamente en nuestra reflexión si tomamos las palabras del apóstol Pablo: 'Usted debe llevar sus vidas de acuerdo con el Cristo que ha recibido del Señor Jesús -, sino que debe estar enraizado en él y se basa en y él se mantuvo firme en la fe que se les ha enseñado y lleno de acción de gracias. 

Asegúrese de que nadie te atrapa y te priva de su libertad por algunos de segunda mano, filosofía vacía, racional, basado en los principios de este mundo y no en Cristo. " (Colosenses 2:6-8). 

La situación actual de la comunidad cristiana no es muy diferente de la de los primeros discípulos en la ciudad de Colosas. A diferencia de los cristianos de otras comunidades, la vida y el comportamiento de estos creyentes le dio a Pablo no es motivo de queja, sino que las noticias que recibió de ellos fue una de las causas de alabanza, tanto por la confianza que tenía en el Señor Jesús y por su testimonio de la caridad y tanto la una y la otra invadido sus pensamientos y los sostuvo en su esperanza, como se puede vislumbrar a partir de las primeras palabras de la carta: "Nosotros nunca han dejado de recordar que en nuestras oraciones y dar gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que le muestre a todos los santos a causa de la esperanza que está guardada para ti en el cielo. " (Col. 1: 3-5). La preocupación del apóstol, sin embargo, se refiere al contexto cultural, en el que los creyentes están viviendo. 

Él teme que puedan ser fácilmente engañado por nuevas doctrinas, filosofías extrañas por su predicación y por las ideas falsas, que podrían dar lugar a una forma de sincretismo tales que hagan nulo lo que es nuevo en el Evangelio. 

La invitación se dirige a los cristianos, por lo tanto, es la de ser capaces de discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo que da fruto y que, por el contrario, es estéril y efímero. 

Es interesante notar que Pablo recuerda a los Colosenses, como su primer punto, de su profesión de fe. Cristo ha sido proclamado a ellos, han escuchado su palabra, han recibido el Evangelio y se han convertido. 

En esta realidad, con sus diversas etapas, que han construido su vida y han desarrollado un comportamiento que era tal como para que puedan ser reconocidos como discípulos del Señor. La comunidad, por lo tanto, debe permanecer completamente firme en la proclamación hecha por el apóstol, sin renunciar de ningún modo. 

En resumen, la transmisión de la fe es determinante, ya que, sobre la base de que la transmisión se determinan tanto la fidelidad al Evangelio ya la generosa acogida dispensada a todos los que vienen a la fe. Las cuatro expresiones a las que Pablo se refiere son particularmente interesantes y permanecer como imperativos para nosotros también: "para tener sus raíces en el Señor", "permanecer firmes en la fe», «estar lleno de acción de gracias", "para cuidar que nadie engaña a usted '. 

La firmeza de la roca en la que la existencia cristiana se va a construir no está en contradicción con el hecho de que tenemos que viajar con constancia a lo largo de la ruta con el fin de penetrar cada vez más profundamente en el misterio. 

La siembra y la construcción, además, son causa y efecto, y sólo así es posible construir la comunidad con más y más nuevos discípulos. De la misma manera, que la firmeza se ve reforzada por la enseñanza que se ofrece a los cristianos para que no pueda ser sacudido y confundido por opiniones muy dispares sobre el significado de la vida. 

El llamado a tener cuidado y estar alerta para que nadie se engañe es una preocupación real para los apóstoles, no sólo para que su ministerio no puede volverse inútil, sobre todo para que los cristianos no pueden volver a caer en el sinsentido de vida. 

Acción de Gracias, en fin, nos permite apreciar hasta qué punto la vida de la comunidad cristiana encuentra su lugar profundo e insustituible de sentido en la oración. 

No se trata sólo de dar gracias al Señor con himnos y canciones que son propias de la oración, sino de dar expresión a la hora de la acción litúrgica con la plenitud que está previsto por el don de la fe que hemos recibido. 

En una palabra, una vez más los lugares apóstoles creyentes antes de la plenitud de la vida de fe, que se hace explícito en la profesión de la fe, en la oración y en el testimonio. Sin duda, no podemos ocultar el hecho de que hoy en día hay muchos vientos de doctrina ", que han sacudido y que siguen nos sacuden. 

El gran problema de la laicidad ha cambiado nuestra sociedad, nuestra cultura y por lo tanto nuestra forma de pensar y nuestra conducta. Hay algunas expresiones de este que es bueno no olvidar, para entender con precisión el contexto cultural en el que nos encontramos. 

Puede ser útil considerar dos expresiones tales. La primera pertenece al filósofo, M. Heidegger: "El tiempo de la noche del mundo es el tiempo de la pobreza, ya que se vuelve cada vez más empobrecida. 

Ya ha llegado a ser tan pobre que ni siquiera reconoce la ausencia de Dios como ausencia. El segundo es un desafío que viene de uno de los pensadores más prolíficos del siglo XIX, Dostoievski: "El punto clave de la cuestión radica en esto: si una persona, imbuido de la civilización moderna, un europeo, todavía es capaz de entender, precisamente de la creencia en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo. 

En esto, de hecho, se encuentra el conjunto de fe. ' Durante su visita a Alemania el año pasado, el Papa Benedicto XVI dio algunos puntos de orientación para responder a preguntas como las siguientes: "La ausencia de Dios en nuestra sociedad pesa sobre nosotros en mayor medida, la historia de su revelación, de la que hablan las Sagradas Escrituras , parece estar localizado en un pasado que se hace cada vez más distantes de nosotros. ¿Debemos acaso ceder ante la presión de la secularización, llegar a ser moderno mediante la dilución de la fe? 

Por supuesto, la fe tiene que ser pensado y especialmente vivida hoy de una manera que es nuevo, con el fin de convertirse en algo que pertenece a la presente. 

Pero no es la dilución de la fe que nos ayuda aquí, pero sólo vivir la fe plenamente en nuestro mundo de hoy ... Cambios tácticos no nos salvará, no va a salvar el cristianismo, sino una fe que está pensada y vivida de nuevo, por medio de la cual Cristo y con Él el Dios vivo puede entrar en este mundo nuestro. 

Por último, se preguntó: "¿La pregunta que una y otra vez se encuentra en el centro de las controversias es: ¿qué es una reforma de la Iglesia? ¿Cómo se realiza? ¿Cuáles son las formas de llevar esto a cabo y cuáles son sus objetivos? 

Con un poco de ansiedad no sólo los miembros creyentes de los fieles, pero incluso los que están fuera de la Iglesia observar cómo esas personas que van regularmente a la iglesia son cada vez mayores todo el tiempo, y su número está en continuo descenso; cómo hay un estancamiento de las vocaciones sacerdotales, cómo el escepticismo y la incredulidad están creciendo. 

Entonces, ¿qué debemos hacer?Hay un número infinito de discusiones en cuanto a qué hacer para que esta tendencia se puede invertir. Sin duda, muchas cosas necesitan ser hechas. Pero hacerlo por sí solo no resuelve el problema. El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de la fe. 

Si no encuentra una respuesta a ese problema, si la fe no se revitalizan al punto en que se convierte en una cuestión de convicción profunda y una verdadera fuente de fuerza gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces '.

Los nuevos evangelizadores.
No podemos llevar a cabo una nueva evangelización sin nuevos evangelizadores. En la carta de St. Paul a los Romanos, encontramos escrito: "Porque todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo. 

Pero no van a pedirle ayuda a menos que crean en él y no van a creer en él, a menos que hayan oído hablar de él y no quiere oír hablar de él a menos que consigan un predicador y no van a tener a un predicador que el que no envió, pero , como dice la Escritura: "Los pasos del que trae buenas nuevas es un sonido agradable» (Rom. 10:13-15). 

Como podemos observar, la idea que se desprende del apóstol, en primer lugar, es el de la relación necesaria entre invocando el nombre del Señor y tener fe en él, y de ser enviados a proclamarlo, para que todos crean . 

En la raíz de esta misión es la convocatoria, que se extiende desde la invocación a la misión, ya que reconoce que Jesús es el Señor de todo y de todos. Por lo tanto, para ser un evangelizador es una vocación para que todas las personas pueden ser capaces de escuchar el Evangelio de Jesús, creer en él y lo invocan. 

Esa vocación nace el mismo día de nuestro bautismo y es una vocación de todos los creyentes en Cristo para hacer de sí mismo un portador creíble de la buena encapsulado en su enseñanza. Para su envío, entonces, es inherente a la vocación bautismal, lo que implica para todos los cristianos que asumen esta responsabilidad, cada uno en su propia persona, sin ninguna posibilidad de delegar a otros. 

La proclamación del Evangelio no puede ser delegada a otros, sino que requiere de la conciencia específica para el creyente que él o ella es ser un portador de Cristo donde quiera que vayan. 

Tenemos pruebas de esta convicción ya en los escritos más antiguos, Cirilo, obispo de Jerusalén, declaró esto en sus catequesis: "habiendo recibido en nosotros su cuerpo y su sangre, que se transforman en portadores de Cristo". 

El cristiano es, pues, de su propia naturaleza christophoro (portador de Cristo) y sólo de esta manera pueden las palabras del Señor, tan rica en el sentido que llevan, se entiende: "Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. 

Porque mi yugo es suave y mi carga ligera "(Mt 11:29-30). El yugo que Jesús alude no es otra que la invitación a ser sus discípulos y para compartir su propia vida, por lo que para tomar parte en su misión de salvación.

La primera evangelizadora, sin duda, es el obispo. Como sucesor de los apóstoles, en él se confiere el mandato de ser un icono de la vida en el mundo de la proclamación valiente y fuerte del Evangelio. 

Él no puede permanecer en silencio, su experiencia del Señor Resucitado le obliga a dar testimonio. Expresión de Pedro justo después de la Pascua: "No podemos estar en silencio" (Hechos 4:20), sin perjuicio de la obligación que les impone a los líderes del pueblo y la amenaza de la violencia, deben permanecer en nuestras vidas como un imperativo pastoral, de la que no puede retirar a nosotros mismos. 

Sacerdotes participar y compartir en la misión de evangelizar, que es propio del obispo, junto con él, forman el único presbiterio (unum presbiterio), es decir, el único cuerpo sacerdotal puesto al servicio del Pueblo de Dios para proclamar su palabra y que lo mantenga siempre viva. 

Los sacerdotes se les pide para examinar los desafíos actuales en la vida sacerdotal. Los primeros retos que están llamados a entender tallo directamente desde nuestros sacerdotes sean. 

En la medida en que seamos capaces de aceptar y hacer nuestros propios estos desafíos, hemos de ser capaces de ver también como los desafíos reales que los lugares del mundo que se nos presentan. 

El primer desafío, por lo tanto, está en el orden de reflexionar sobre lo que significa ser sacerdotes en el mundo de hoy, para comprender plenamente la vocación. 

El sacerdocio no es una cuestión de logro humano ni un derecho, ya que hoy en día muchos piensan, sino que es el don que Dios hace a los que ha decidido llamar, para permanecer con él, al servicio de su Iglesia. 

Para olvidar esta dimensión vocacional es el equivalente de todo malentendido y para hacer del sacerdote un empleado y no un hombre que lleva a cabo un servicio marcado por su carácter totalmente gratuito. Si podemos aceptar este punto, nos permitirá relacionar el sacerdote en primer lugar con la realidad que le trae a la existencia: la Eucaristía. 

El verdadero desafío consiste precisamente en la comprensión de nosotros mismos en relación con el misterio que se celebra y que hace que cada presbítero un ministro de Cristo. 

La Eucaristía sigue siendo como un regalo que nunca se puede extinguir, que se hizo a la Iglesia ya cada sacerdote personalmente, por esta razón el respeto y la devoción se deben, sin pretender ser capaz de controlar el misterio del que somos servidores, ya que si que eran sus amos. 

Todo el ministerio sacerdotal debe caracterizarse por poner en primer lugar no es nuestra propia persona, con nuestras propias opiniones, sino que es Cristo Jesús.

Un papel muy especial es interpretado por los laicos, es decir, por todos los bautizados que viven la experiencia de la fe en las parroquias, en las asociaciones, en los movimientos y en esa galaxia increíble dada por la acción del Espíritu Santo, que constantemente trabaja para la misión de la Iglesia de Cristo y que nunca se deja estar limitado por nada.

El documento Christifideles laici (1988) constituye un auténtico patrimonio teológico y espiritual para nuestra comprensión de la función insustituible que los laicos, hombres y mujeres tienen que cumplir en este momento especial en la historia. 

La constitución conciliar sobre la Iglesia, Lumen gentium, contiene una clave interpretativa del todo original y decisivo para la comprensión de la contribución de los laicos en la nueva evangelización. 

Allí leemos: "Los laicos están llamados, sobre todo, hacer de la Iglesia presente y operante en aquellos lugares y en aquellas circunstancias en que ella no puede ser sal de la tierra, a menos que por medio de ellos. Precisamente la frase "a menos que por medio de ellos" debe hacernos reflexionar sobre la contribución específica que los laicos están llamados a hacer. 

Hay situaciones y contextos que pueden ser alcanzados por otros que por los laicos, hombres y mujeres, que, a través de su vida profesional, están en condiciones de dar testimonio del Evangelio hay nadie. 

Su presencia en estos contextos es insustituible y sólo ellos son capaces de producir la primera forma de humanización, que suele ser el preludio necesario para hablar acerca de Jesucristo. 

Es necesario que todas las formas de apoyo pastoral dar a los laicos por medio de la renovación de la comunidad cristiana, que no es algo provocado en primer lugar por la reforma de las estructuras, sino por las nuevas relaciones de estima, de confianza y de bienvenida de regalos de las personas diferentes. 

Es obvio que su acción en el mundo será tanto más eficaz cuanto más son capaces de llevar con ellos a la comunidad a la que pertenecen, lo que les anima en su misión, los sostiene en las dificultades que encuentran y se mantiene como el punto de de referencia donde se pueden contar las maravillas que el Señor ha hecho a través de su apostolado.

El camino de la nueva evangelización.
Para que a los cristianos a recuperar su identidad y su sentido de pertenencia a la Iglesia sólo puede lograrse en la medida en que reconocen la necesidad de insertarse en el camino de la Iglesia y en sus dos mil años de actividad pastoral. Una preocupación elemento primera formación. Esto involucra a todos, sin excepción alguna. 

La formación hace que sea posible recuperar el patrimonio de la fe y la cultura que tenemos y que estamos llamados a transmitir a las generaciones que vendrán después de nosotros. Esto implica que somos capaces de entrar en esa cultura, de reconocerla, de entenderlo, sino también de transformar a la luz del Evangelio. 

Nuestra presencia no puede ser nunca un ser pasivo ante el desarrollo de la cultura en todas sus manifestaciones. La presencia cristiana es 'semilla' y 'levadura', lo que implica una presencia activa en el ámbito cultural, sin tener miedo de la firme determinación de esa corriente de pensamiento que se erige como una forma de "control de la lengua" con el fin de evitar que nos de manifestar nuestras propias posiciones. 

Formación afecta el área importante de la catequesis y se extiende a los de la preparación de los futuros sacerdotes y de predicación sacerdotal. Existe un vínculo muy especial entre la nueva evangelización y la liturgia, que es la acción principal por el cual la Iglesia expresa su propia vida. 

Desde los comienzos de la Iglesia se ha caracterizado por su acción litúrgica. Lo que la comunidad predicaba, anunciando el Evangelio de la salvación, entonces se hace presente y vivo en la oración litúrgica. 

La salvación, entonces, no era más que una proclamación hecha por entusiastas seres humanos, pero también fue una acción que el Espíritu provocada por la presencia de Cristo en medio de la comunidad creyente. 

Para separar estos dos aspectos sería el equivalente de no entender la Iglesia. Ella vive en la acción litúrgica, como la linfa vital para su proclamación, y el segundo, una vez que se ha logrado, vuelve a la liturgia en cuanto a su realización efectiva. 

La lex credendi y la lex orandi forma un todo único, donde, al final, se hace difícil ver el comienzo del uno y el extremo de la otra. Por lo tanto, la nueva evangelización debe ser capaz de hacer de la liturgia su corazón vivo, por lo que el anuncio que se hace puede tener su efecto completo. Basta con pensar no sólo en la oportunidad pastoral que ofrece, sino también del valor que poseen ciertas celebraciones para indicar el significado. 

Desde bautismos a los funerales, todo el mundo reconoce lo potencial que tienen en sí mismos para comunicar el mensaje de que, si no, no serían escuchados. ¿Cuántas personas, "indiferentes" a la religión de participar en estas celebraciones y cuántas personas están presentes en ellos, que a menudo están en busca de una espiritualidad genuina! 

Las palabras del sacerdote en estas ocasiones debe ser capaz de elevar la cuestión del sentido de la vida, precisamente sobre la base de la celebración del sacramento y de los signos que expresan la misma. En definitiva, lo que se celebra no es un rito que es ajeno a la vida cotidiana, pero se dirige precisamente a la cuestión del sentido que todos buscamos. 

En la celebración de la Eucaristía, la predicación y los signos están llenos de significados que van más allá del sacerdote y de su persona.Aquí, de hecho, el vínculo con la acción delnos permite reconocer que los corazones se transforman y, por su gracia, se forman para hacerlos abrir la bienvenida al momento de la salvación. 

La importancia de esta conexión entre la nueva evangelización y la liturgia, y entre la liturgia y la acción del Espíritu Santo hace posible la promoción en cada creyente una seria reflexión sobre las responsabilidades que tenemos y en el testimonio que estamos llamados a expresar en nuestra forma de vida. 

En particular, nosotros los sacerdotes debemos reflexionar sobre un tema de enorme importancia, que es el de la homilía. Su valor para la proclamación del Evangelio, para entender el misterio que celebramos y la vida cotidiana es tan evidente que nos deja sin excusa. 

Descuidar la preparación de la homilía, o peor que improvisar una homilía, es una injusticia cometida en el primer lugar de la Palabra de Dios y, además de eso, él humilla a los fieles. El tiempo dedicado a la preparación de la homilía no es una pérdida de tiempo, pero es la condición necesaria para el ejercicio del ministerio de una manera que es fiel, coherente y eficaz. 

De esta manera, también, prestar un servicio genuino a la formación de los laicos, la siembra en los que están escuchando el deseo de saber más y más acerca de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe.

Por último, un lugar muy especial en la nueva evangelización sin duda pertenece al reino de la caridad. Al entrar en esta perspectiva equivale a centrarse en las múltiples señales concretas que la Iglesia sigue, incansablemente, para presentar al mundo. 

Obediente a la acción del Espíritu Santo, los hombres y las mujeres en el transcurso de estos dos mil años han identificado diferentes áreas con el propósito de hacer visible y de poner en práctica la palabra del Señor: "Porque pobres siempre con vosotros» (Juan 12:8). La forma actual del "tener" nos ayuda a entender muy bien cómo la historia de la Iglesia no puede prescindir de dar una atención muy especial al testimonio de la caridad. 

Aquí, de hecho, su credibilidad está en juego en cuanto a lo que constituye el centro de su proclamación: el amor. En su primera encíclica, Benedicto XVI ha mostrado claramente el significado original del amor cristiano, su origen, su desarrollo. su carácter especial y los riesgos que deben evitarse. 

El amor, sin embargo, es que hay que vivir. En el círculo que existe entre la fe y el amor, es posible verificar la autenticidad de la relación que nos une con el Señor. En la fe, de hecho, entendemos lo que Dios ama, y ​​en el ejercicio de la caridad se hace claro el grado en el que los cristianos son fieles a su palabra. 

En un período como el nuestro, a menudo marcado por el cierre de los individuos dentro de ellos mismos, sin ninguna posibilidad de tener relaciones con otros, y en la que delegar a otros a actuar a menudo tiene prioridad sobre nuestra participación directa propia, este recordatorio de nuestra responsabilidad nos compromete a una forma de testimonio que sabe tomar sobre nosotros el cuidado de nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Pero, después de todo esto es nuestra historia. 

En la palabra del Señor, hemos aprendido a insistir en que el mundo rechaza, por considerarlo inútil o ineficaz en gran medida. La persona que está crónicamente enfermos, los moribundos, los marginados, los discapacitados y otros muchos que, a los ojos del mundo, expresan la falta de futuro y la falta de esperanza, encuentran en el cristiano que está comprometido con ellos. 

Tenemos muchos ejemplos que recuerdan de una manera poderosa de la santidad de los hombres y mujeres que han hecho de este programa el anuncio concreto del Evangelio de Jesucristo y, con ello, el comienzo de una auténtica revolución cultural. 

Frente a esta santidad, toda posibilidad de colapsos excusa; incredulidad deja paso a la credibilidad y la pasión por la verdad y la libertad encuentra una síntesis en el amor que se ofrece sin pedir nada a cambio. 

Desde esta perspectiva, también, el signo del trabajo voluntario encuentra su lugar como una proclamación verdaderamente cristiana por parte de aquellos que son capaces de relativizar todo absoluto que no tiene la dignidad de la persona en seria consideración. 

En una época en la que todo parece ser posible sólo porque se puede comprar, debemos aumentar las señales por las que se puede demostrar que el amor y la solidaridad no tienen otro precio que el compromiso y el sacrificio personal. 

Este testimonio demuestra que la vida personal llega a su plena realización sólo cuando se coloca en la perspectiva de la gratuidad.


En Conclusión.

Encendido de la nueva evangelización en una fórmula vacía, en la que cualquier cosa y todo encuentra su lugar, debe ser evitado. Eso no puede ser. La expresión debe ser entendida y explicada de una manera coherente con lo que su significado propio, ya que se encuentra en la base de la actividad propia de la Iglesia. A pesar de todas las incertidumbres y ambigüedades que invierten, lo que parece ser la expresión más adecuada para indicar la necesidad de la Iglesia se siente en este momento particular de la historia, sobre todo en Occidente. 

La nueva evangelización, sin embargo, no es algo alternativo o paralelo a lo que la Iglesia ha hecho en los veinte siglos de su historia. La nueva evangelización, por lo tanto, indica una nueva forma de cumplir con el mismo comando, idéntico e inmutable de Jesús a la Iglesia para llevar el Evangelio a todos los pueblos. 

Es el anuncio de la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, que en el misterio de su muerte y resurrección, redimió al mundo, la apertura a todos los que creen en él la puerta a la vida eterna. Por esta razón, tenemos que redescubrir los fundamentos de nuestra fe. | Es la hora de una nueva apologética y maduro de nuestra fe, para ofrecer esperanza al mundo de hoy. 

Estamos llamados, por tanto, repetir con la convicción de la necesidad de "tener a mano la razón" de nuestra fe (1 Ped. 3:15), reconociendo que esto debe hacerse con cortesía, respeto y buena conciencia (1 Ped. 3:16). Recordando a nosotros mismos de estos tres términos tiene su valor para nuestro programa. 

La presentación y la explicación de los cristianos de la esperanza que llevamos dentro de nosotros no puede dar vuelta a la arrogancia y el orgullo sobre la base de un cierto sentido de superioridad que se puede sentir en lo que respecta a others.Let No olvidemos que nuestros contemporáneos se caracterizan fuertemente por un sentimiento de celos por su propia independencia y para asumir la responsabilidad de sus propias vidas personales. 

Se han convertido en alérgico a cualquier forma de autoridad y sufren de la ilusión de que esto solo es cierto que se produce por la ciencia. Cambian rápidamente su forma de pensar y de vivir, ser sujetos de más y más personas, que deseen participar en absolutamente todo, incluso si es mayor de lo que son, sobre todo si se les hace participar en ese narcisismo, ya ni siquiera escondido, el cual engaña ellos acerca de la esencia de la vida. 

Nos encontramos en medio de una explosión de demandas a la libertad individual, que afectan a los ámbitos de la vivencia de la sexualidad, las relaciones interpersonales y familiares, las actividades en el tiempo libre y el trabajo. El espacio disponible para la enseñanza y para la comunicación se ha convertido fatalmente atrapado en todo esto y todo el contexto de la vida ha sido modificado. 

En resumen, no se ha llegado a crear una situación que es completamente nuevo, en el que la gente quiere encontrar sustitutos para los valores antiguos, especialmente para los que se expresan en el cristianismo. Por eso Dios se ha convertido en una hipótesis inútil y un competidor que hay que evitar, en caso de no ser eliminado. 

La consecuencia que se deriva de esto, sin embargo, es que el ser humano ha perdido su rumbo y se ha olvidado de lo esencial. El gran desafío que nos espera en el futuro se encuentra en su totalidad en este, y el que quiere la libertad de vivir como si Dios no existe, se puede vivir así, pero deben saber lo que van a encontrar como resultado. Se debe tener en cuenta que esta opción es la premisa ni por la libertad ni la autonomía. 

La reducción de silenciar el deseo de Dios, que tiene sus raíces en lo profundo de nosotros, nunca será capaz de lograr la autonomía. 

El enigma de la existencia personal no se resuelve negando el misterio, sino eligiendo a sumergirnos en el misterio. Este es el camino a seguir. Como se puede observar, la crisis es ante todo una crisis cultural y antropológica. El ser humano está en crisis. 

No se trata de marginar el cristianismo que podemos lograr una sociedad mejor. Eso sería imposible. Esa interpretación de los hechos es no sólo miope, pero se equivoca en sus instalaciones propias. 

Sin duda, nuestra historia está hecha de luz y de oscuridad, pero el mensaje que llevamos es una auténtica liberación de los seres humanos y de progreso correspondiente pueblos. 

Por lo tanto, es necesario que salgamos de una cierta forma de neutralidad en el que muchos países se han cerrado, incluso para no tener que tomar una posición a favor de su propia historia. 

Si Occidente se avergüenza de lo que ha sido, de las raíces que lo sustentan y de la identidad cristiana, que todavía se forma, entonces no va a tener un futuro. La conclusión sólo puede ser la de un declive irreversible. 

Nosotros los católicos no se considere exhaustiva en cuanto a la responsabilidad que debemos asumir y no vamos a aceptar ser marginados. Nuestro trabajo de la nueva evangelización implica esto también. Estamos convencidos de que nuestra presencia es esencial. Nadie más podría ocupar nuestro lugar. Privados de la importante presencia de los católicos, nuestros países sería la más pobre y sería menos atractivo. 

No queremos que esto suceda. La esperanza que tenemos tiene algo extraordinariamente bueno de esto, ya que hace posible que podamos mirar el presente, a pesar de sus dificultades, con una mirada llena de confianza y serenidad. Es la esperanza que no defrauda porque es fuerte en la promesa de la vida, Dios que ama y que perdona.

El arzobispo Rino Fisichella




LA OPORTUNIDAD DE LA PROCLAMACIÓN-


08/10/2012 L'Osservatore Romano


08/10/2012 L'Osservatore Romano
La siguiente es la intervención del Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización en la primera conferencia nacional "Proclama 2012" en la nueva evangelización en Chatswood, Australia.   


En la primera línea de su Motu Proprio, Ubicumque et Semper, que oficialmente se creó el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, el Papa Benedicto XVI llama la atención de todos a la persona de Jesucristo. "Es el deber de la Iglesia de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo. 

Él, el primer y supremo evangelizador, mandó a los Apóstoles el día de su ascensión al Padre: «Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado "(Mt. 28:19). 

Este principio hace hincapié tanto en la necesidad de colocar a Jesucristo en el centro de la nueva evangelización y la importancia de reconocer que la fe recibida de los Apóstoles y el que ha de ser predicado es decir, la persona de Jesucristo. 

El autor sagrado de la Carta a los Hebreos usa una expresión concisa y definitiva, para los fines previstos de no dejar lugar a dudas en la mente de sus lectores, que Jesucristo es la revelación completa, inmutable y definitivo de Dios: "Jesús Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre "(Heb 13:8). En base a estas poderosas palabras, continuamente hay que reconocer que no hay lugar para ninguna duda, la apatía, y mucho menos para cualquier forma de neutralidad en nuestra vida de fe. 

En esos tres adverbios se encuentra la base sólida de la revelación de Jesús: él es el "piedra angular" (Mt 21:42), "la roca" (Mt 7:24-25), la fundación sobre la cual debemos construir nuestras vidas personales. Él era "ayer", a la vez, es decir, cuando la gente llegó a tener fe en él, que es lo que 'hoy', cuando su palabra se anuncia y el misterio de su muerte y resurrección se celebra, y él va a ser tan "siempre" hasta el fin de los tiempos. 

En una palabra, Cristo es siempre el mismo. Además, el autor sagrado añade algo muy importante en el siguiente versículo: "No os dejéis llevar por toda clase de doctrinas extrañas, sino que es mejor confiar en la gracia de la fuerza interior" (v. 9). Es como si el autor sagrado había sido capaz de ver más allá de su propio tiempo-no. 

Menos difícil, y había fijado su mirada en el futuro de los creyentes, cuando diferentes filosofías e ideologías que siguen atacando a la estabilidad y la integridad de la fe No hay nada nuevo en esta perspectiva. Un vistazo a las cartas del Nuevo Testamento no hace sino confirmar esta preocupación. Varias veces Pablo invita a su pueblo a no dejarse echar por el viento de doctrinas diferentes (Ef 4:4), por no someterse a los reglamentos y doctrinas simplemente "humanos" (Col 2:22), incluso nos pone en la guardia contra las "doctrinas que vienen de los demonios" (1 Timoteo 4: 1) y aquellos que predican "otro evangelio", diferente a la suya (Ga 1, 7-9). No menos dice Pedro habla de "falsos profetas" (2 Pedro 2:1), mientras que John se suma a estos "muchos engañadores» (2 Jn 7). 

Quizás esta última es la forma que hoy deberíamos estar particularmente vigilantes de la seducción de predicadores que, careciendo de la preparación intelectual necesaria, jugar insistentemente sobre los acordes de sentimiento hacia adelante, poniendo las utopías que, al tiempo que promete toda forma de felicidad, dejan a la gente en soledad aún mayor. 

Los ecos de las sirenas no es la mitología de los tiempos pasados, por desgracia, es la adulación de fascinación de nuestros días. Poner cera en los oídos puede hacer las cosas más fáciles y podría dejar todo en un mundo acolchado de la ilusión. 

Para tener la fuerza de Ulises y mantenernos adjunto al mástil principal no es para la mayoría de la gente, y sin embargo es la estrategia ganadora para no caer entre Escila y Caribdis. 

Con el fin de no caer en el encanto de las doctrinas muchos "humanos 'pretendía ser mejor que las doctrinas de la fe, es imperativo que seamos conscientes de la realidad que nos encontramos al final de una época que, para bien o para mal, ha marcado nuestra historia desde hace casi seis siglos y que debe tomar en serio el nuevo que se encuentra en el horizonte. 

No sabemos aún con certeza lo que implica este nuevo período. ¿Qué se puede establecer con certeza en la actualidad son sólo algunos indicadores que nos orientan hacia una nueva época. Hasta el momento, es difícil poder decir quiénes serán los protagonistas de este periodo. 

Lo que considero importante, en un período de transición como esta, es que la Iglesia reconoce su responsabilidad de emprender por cuenta propia la tarea de transmitir un patrimonio vivo de la cultura y de los valores que no se puede permitir que caiga en el olvido. 

Si eso llegara a suceder, las consecuencias serían perjudiciales para la civilización que la gente desea construir. Se iba a nacer ciegos y cojos. Sería incapaz de mirar hacia el futuro y sería igualmente incapaz de construirla. 

Sólo una tradición viva, capaz de sostener y consolidar el patrimonio construido a través de los siglos, es capaz de garantizar un futuro que es genuino. Esta no sería la primera vez que la Iglesia ha llevado a cabo esta tarea. Nuestra historia ofrece evidencia del rol que ella ha sido capaz de cumplir en tiempos de crisis cultural y de cambios trascendentales. 

Tanto desde la Escritura y la Tradición, podemos ver que el camino de la nueva evangelización se ha marcado: estamos llamados a renovar la proclamación de Jesucristo, el misterio de su muerte y resurrección para estimular a la gente una vez más a tener fe en él por medio de la conversión de vida. 

Si nuestros ojos todavía eran capaces de ver en el fondo de los acontecimientos que marcan la vida de nuestros contemporáneos, sería fácil demostrar lo mucho que este mensaje todavía tiene un lugar de especial importancia. 

Por lo tanto, tenemos que dirigir nuestra reflexión hacia el sentido de la vida y de la muerte y de la vida más allá de la muerte, para hacer frente a estas cuestiones, las que afectan a la existencia de las personas y la determinación de su identidad personal, Jesucristo no puede ser un extraño. 

Si la proclamación de la nueva evangelización no encuentra su poder en el elemento de misterio que rodea la vida y que nos relaciona con el misterio infinito del Dios de Jesucristo, no va a ser capaz de la efectividad que se requiere para provocar la respuesta de la fe . 

Desde este punto de vista, Gaudium et spes indica un camino que merece ser perseguido: "De hecho, sólo en el misterio del Verbo encarnado puede el misterio del hombre encontrar la verdadera luz ... Cristo, el nuevo Adán, revelando el misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre a sí mismo totalmente y se manifiesta a él su vocación más excelsa 

... A través de la Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada ser humano. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. 

Haber nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, como nosotros en todo, menos en el pecado. El cordero inocente, libre derramar su sangre, él ganó para nosotros la vida eterna, en quien Dios nos ha reconciliado consigo mismo y con los demás y nos ha arrancado de la esclavitud del diablo y del pecado, de modo que cada uno de nosotros puede decir, junto con el apóstol: el Hijo de Dios me amó y se entregó por mí "(Gal 2:20). 

Al sufrir por nosotros, no sólo nos ha dado ejemplo para que podamos seguir sus pasos, pero también ha abierto para nosotros la manera en que van a ir, y si lo seguimos, la vida y la muerte será santificado y será significado que se da nueva "(GS, n. 22). 

A la luz de este texto que, en algunos aspectos, delinea una nueva antropología para nuestra época, en la primacía del misterio, nuevos horizontes se abren para la acción pastoral de la Iglesia. Un camino inicial es el de la búsqueda constante del rostro de Dios y, precisamente esta misma búsqueda que el Año de la fe busca inspirar en los corazones y las mentes de todos. 

Sin embargo, antes de proceder a un análisis más detallado sobre el Año de La fe, es necesario examinar, desde una perspectiva única, la crisis actual en la que la sociedad se encuentra, que con respecto a su relación con la cuestión de Dios. La nueva evangelización no puede pensar que esta cuestión está más allá de su campo. 

A diferencia del pasado, hoy no encontramos grandes sistemas de ateísmo, si es que alguna vez grande, por lo tanto, la cuestión de Dios debe ser abordado de una manera diferente. Hoy Dios no es negado, pero no se conoce. En cierto sentido, se podría decir que, paradójicamente, el interés en Dios y en la religión ha crecido. 

Sin embargo, lo que cuenta es la fuerte connotación emotiva y la religión en declive en plural, no hay interés en la religión y mucho menos por el tema de la "religión verdadera", lo que parece contar son, más bien, las experiencias religiosas. 

La gente está buscando las diferentes modalidades de la religión, seleccionados por todo el mundo tomando lo que les resulta agradable en el sentido de asegurar para ellos que la experiencia religiosa que se encuentran más satisfactorio sobre la base de sus intereses o necesidades en el momento. 

A esto hay que añadir que, especialmente para las generaciones más jóvenes, su horizonte de comprensión se caracteriza por una mentalidad fuertemente influenciado por la investigación científica y la tecnología. 

Estos logros, por desgracia, ya tienen la sartén por el mango, incluso con respecto a los elementos básicos de la gramática y la cultura en general.Por lo tanto, la nueva evangelización exige la capacidad de saber cómo dar una explicación de nuestra propia fe, mostrando a Jesús Cristo, el Hijo de Dios, el único salvador de la humanidad. 

En la medida en que somos capaces de esto, seremos capaces de ofrecer a nuestros contemporáneos la respuesta que se esperaba. La nueva evangelización comienza una vez más a partir de este punto, desde la convicción de que la gracia actúa sobre nosotros y nos transforma hasta el punto de provocar una conversión del corazón y de la credibilidad de nuestro testimonio.

Mirando hacia el futuro con la certeza de la esperanza es lo que nos permite permanecer arraigado ni en una especie de romanticismo que sólo mira al pasado ni a ceder el paso a una utopía porque estamos desconcertados por hipótesis que no se puede encontrar ninguna confirmación. 

La fe exige el compromiso de hoy, mientras vivimos, por esta razón para no aceptar que sería una cuestión de ignorancia o miedo. Sin embargo, para nosotros los cristianos esta reacción no está permitido. Cómo ocultar lejos en nuestras iglesias nos puede traer un poco de consuelo, pero lo haría Pentecostés vano. 

Es el momento de lanzar abrir las puertas y volver a anunciar la resurrección de Cristo, cuyos testigos somos. A medida que el santo obispo Ignacio escribió: "No es suficiente con ser llamados cristianos, debemos ser cristianos en realidad." Si alguien quiere reconocer hoy los cristianos, debe ser capaz de hacer lo que no en función de sus intenciones, pero en la base de su compromiso en la fe. 

Es precisamente este compromiso en la fe, de la que san Ignacio de Antioquía habló tan elocuentemente al final del primer siglo, que el Año de la fe busca inspirar en los corazones de aquellos que no conocen a Dios y busca aumentar en los corazones de los que ya creen. 

El Santo Padre, en su Carta Apostólica Porta Fidei anunciando el Año de la Fe, bellamente expresa objetivo del Año, su fundamento en Cristo, y su relación con la nueva evangelización. El Año de la Fe, que conmemora el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, señala: "Es una llamada a una conversión auténtica y renovada al Señor , el único Salvador del mundo. 

En el misterio de su muerte y resurrección, Dios ha revelado en su plenitud el Amor que salva y nos llama a la conversión de vida a través del perdón de los pecados (cf. Hechos 5:31). Para San Pablo, este amor nos introduce en una nueva vida .... Por la fe, esta vida nueva forma a la totalidad de la existencia humana de acuerdo a la realidad radical nueva de la resurrección .... "La fe actúa por la caridad" (Gal 5:6) se convierte en un nuevo criterio de comprensión y de acción que cambia toda la vida del hombre. [Esto] es el amor de Cristo que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. 

Hoy como ayer, él nos envía a través de los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra. A través de su amor, Jesucristo atrae hacia sí la gente de cada generación: en todo tiempo se convoca a la Iglesia, confiando a ella con la proclamación del Evangelio por un mandato que es siempre nuevo. 

También hoy existe la necesidad de un mayor compromiso eclesial a la nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la fe. Al redescubrir su amor día a día, el compromiso misionero de los creyentes alcanza la fuerza y el vigor que nunca puede desaparecer (Porta Fidei, n. 6). " 

Por lo tanto, el Año de la fe es un camino, una oportunidad, que la comunidad cristiana ofrece a las muchas personas que poseen un anhelo de Dios y un profundo deseo de reunirse con él de nuevo en sus vidas. 

Es esencial, por tanto, que los creyentes reconocen la responsabilidad de ofrecer una compañía auténtica de la fe, para convertirse en un vecino a los que buscan las razones y explicaciones de las creencias católicas. Estas oportunidades, siempre por el Año de la Fe para formar amistades auténticas en la fe, trae a primer plano la cuestión misma de la comunidad. 

La nueva evangelización tiende a hacer que nuestro sentido de la identidad personal crecer en relación con nuestro sentido de pertenencia a la comunidad. Una tendencia sociológica de nuestros tiempo apremia a distinguir entre "identidad" y, "pertenencia", como si se tratara de dos realidades contradictorias. 

No hay nada más peligroso, en mi opinión, que esta contra-posición. Una pertenencia que era sin identidad no puede definirse como pertenecientes, sino que permanecería siempre ligado a una forma de convivencia en la sociedad, que modificó sus propias coordenadas de acuerdo con el cambio de las estaciones, sin ninguna posibilidad de inculcar en ellos un sentido real de sentimiento común y de la participación activa. 

De la relación recíproca que existe entre la identidad y la pertenencia surge la posibilidad de comprobar cómo la nueva evangelización puede ser eficaz y fructífera. Sin una fuerte identidad católica, por medio de la cual nuestra conciencia de nuestras propias responsabilidades en el mundo puede crecer, no será posible entender incluso el requisito de pertenencia a la comunidad cristiana y, por el otro lado, sin un profundo sentido de pertenencia a la Iglesia, no será posible tener una identidad que es consciente de la misión que se descarga. 

Identidad y pertenencia determinan nuestra comprensión de la formación permanente que se aplica a los cristianos en vista de un conocimiento cada vez más adecuada de la fe, uno que corresponde a cada uno el propio estado de vida. 

El conocimiento de los contenidos de la fe que permanece vinculado a la etapa adolescente nunca podría permitir a alguien a crecer en su identidad como creyente, no importa qué papeles podrían ocupar en la sociedad civil. De la misma manera, la falta de estos contenidos a menudo impide la propia gente la acción social, política y cultural en armonía con su pertenencia a la Iglesia. 

Una fisura entre la identidad y la pertenencia es probablemente una de las causas que han contribuido a la crisis actual. El Año de la Fe intentará fusionar esta ruptura misma entre identidad y pertenencia, por lo tanto, aumentar la fe de los creyentes, que en la cara de la presiones y desafíos diarios de la vida no deja de confiar con valentía y convicción sus vidas al Señor Jesús. 

Además, los eventos del Año de la fe, tanto a nivel universal y local, están destinados a hacer frente a las crisis culturales más amplias que a menudo trabajan en contra de la fe y, por lo tanto, tratar de sacar el mayor número de nuestros contemporáneos como sea posible de su pobreza espiritual. Los acontecimientos de carácter universal, que se celebrará en Roma en presencia del Santo Padre, son numerosos. 

Tomar nota de sólo unos pocos, tendrá lugar la canonización de los mártires y confesores de cierta fe, una fiesta para los jóvenes, una fiesta para los que han sido confirmados durante el Año de la Fe, una celebración de la Evangelium Vitae promoción y defensa de la dignidad de la persona humana persona desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, una celebración por las vocaciones, una fiesta para los catequistas, una celebración de los movimientos de los viejos y nuevos dentro de la Iglesia y, por supuesto, una celebración de María, la «Estrella de la nueva evangelización". 

Con el fin de comunicar más eficazmente los acontecimientos que tienen lugar en las iglesias locales, ya sea a través de la Conferencia Episcopal particular, la diócesis local, la parroquia, organización o movimiento, hemos creado un sitio web para el Año de la Fe, que ofrece a las personas la oportunidad de Para publicar gratis lo que es que se han organizado para el Año de la fe. 

En este sitio web, usted también podrá ver y ser capaz de adquirir el hermoso logotipo que ha sido diseñado para representar el Año de la fe. (1) Centro para el Año de la Fe será un foco en la profesión de fe. Esto servirá para devolver la profesión de fe a su lugar prominente como la oración diaria de cada cristiano. Para facilitar esta tarea, se ha producido una edición del Credo de Nicea, que es el símbolo más familiar para los cristianos debido a su uso frecuente en el contexto de la misa dominical se imprime La oración en el reverso de la conocida imagen de Cristo Pantocrátor de la Catedral-Basílica de Cefalú, en Sicilia. 

Esta imagen está destinada a ser el icono del Año de la fe. Es mi deseo profundo que el Credo, una vez más, se convierte en la oración diaria para los cristianos, como una síntesis de fe conocido y vivido. Después de haber reflexionado sobre Cristo en el centro de la nueva evangelización, que nos impulsa a proclamar las Buenas Nuevas con alguna gran ardor, y de haber discutido la importancia del Año de la fe para la amplificación de la nueva evangelización, voy a hacer algunos comentarios finales. 

También en nuestro tiempo, como se había hecho en el pasado, necesitamos enfrentar con honestidad y valentía los desafíos que se nos presentan. Al igual que en el pasado, cuando tales dificultades dieron lugar a una intensa actividad de evangelización, también hoy la Iglesia necesita tomar conciencia del gran compromiso que exige la nueva evangelización. 

Estas y otras preguntas traer a un primer plano la responsabilidad y la necesidad de formular una nueva apología de la fe. Apologética no es ajeno a la fe, por el contrario, pertenece con pleno derecho del acto por el cual entramos en la lógica de la fe. 

En primer lugar, lo que se requiere es que el acto de fe es un acto verdaderamente libre, fruto de que el abandono de nosotros mismos completamente a Dios por el cual cada uno se fía de él con su inteligencia y con su voluntad. 

Dar una explicación de la fe no parece haber cautivado a muchos creyentes, al menos en las últimas décadas. Quizá también por esta razón, la convicción de la fe ha disminuido porque la elección no estuvo orientado en esa dirección. 

El recurso a las tradiciones de antaño o para todo tipo de experiencias, pero privado de la facultad de la razón, estos no han tenido la capacidad para dirigir y sostener a, especialmente cuando se enfrentan a una cultura dominante, confiando más y más en las certezas de ciencia. En algunos aspectos, la situación se ha vuelto más estancado, en parte porque algunas personas han considerado que la repetición cansada de las formas pasadas podría constituir un bastión infranqueable de la defensa, sin reconocer que esas formas eran cada vez, en cambio, arenas movedizas. 

Pensar que la nueva evangelización puede llevarse a cabo a través de una simple renovación de las formas pasadas es una ilusión que no se cultiva. Por cierto, tampoco es la solución de la propensión a inventar la novedad sólo para satisfacer los contemporáneos siempre en movimiento y listo para cualquier nueva experiencia, sin tener siquiera la huella de un enfoque crítico. 

El camino a seguir es de ninguna manera fácil. Se requiere que nos mantengamos fieles a los fundamentos y, precisamente por esta razón, son capaces de construir algo coherente con esas fundaciones, que al mismo tiempo son capaces de ser recibido y entendido por las personas que son diferentes a las del pasado. 

Los ensayos serán numerosos. Sin embargo, los retos que se pongan en nuestro camino hay que enfrentarse, analizado y estudiado de tal manera que los proyectos pueden ser creados que pueden corresponder a un verdadero progreso para todos. 

Una tarea específica, sin embargo, que se nos pide es evitar viajar solo. En cualquier caso, no podemos hacer esto, somos incapaces de ello, por naturaleza somos católicos, que está abierto a todos y que deseen estar al lado de cada persona para ofrecerles la compañía de la fe. Para que esto suceda, es necesario salir de la forma de neutralidad en el que muchos países se han encapsulado para no tomar una posición a favor de su propia historia. ¿Quién es el responsable de idear planes, en particular para un nueva antropología, capaz de dar forma a un nuevo modelo de sociedad? 

Desde luego, no un grupo por sí solo. Esto, entonces, es el momento para una sinergia capaz de proporcionar una síntesis del patrimonio del pasado, para plantear preguntas a la luz de los logros que han caracterizado nuestra época de la historia, de tal manera que las transmitirá a las generaciones que vendrán después de nosotros. 

Las palabras de San Agustín puede venir a nuestro apoyo, cuando escribe: ¿Quiénes son las personas que trabajan para edificar la Iglesia? Todos aquellos que en la Iglesia predicar la palabra de Dios, los ministros de los sacramentos de Dios. 

Todos estamos en la carrera, todos estamos haciendo el esfuerzo, ahora todos estamos involucrados en el edificio. Y, antes que nosotros, otros se han involucrado en la carrera, otros han tenido problemas, otros han construido. 

Pero, "si el Señor no construye la casa, los que construyen en vano trabajan" ... Por lo tanto, hablamos desde el exterior; Cristo construye desde dentro. Es posible que podamos ver lo que la atención se da, pero lo que estás pensando sólo conoce el que ve sus pensamientos. 

Es él quien construye, quien advierte, que infunde temor, que abre la mente, que dirige su mente a la fe Y, sin embargo, trabajamos demasiado, ya sus trabajadores "(San Agustín, Comentario a los Salmos, Ps. 126:2) . 

Sin embargo, no debemos olvidar nunca que la nueva evangelización necesita para confiar a Dios, que nos muestra los caminos a seguir, y al apoyo del Espíritu Santo, que precede, guía y sostiene a los nuevos evangelizadores. Unos días antes de ser elegido como Papa, Benedicto XVI había pronunciado una conferencia en Subiaco en el estado de Europa. 

En su lúcido análisis de la actualidad, se expresó, entre otras cosas, en estas palabras con visión de futuro, que constituyen un programa para los nuevos evangelizadores: "Lo que necesitamos en este momento de la historia son personas que, a través de una fe que es iluminada y vivida en la práctica, hacer que Dios sea creíble en este mundo ... Necesitamos personas que mantienen su mirada fija en Dios, aprendiendo ahí la verdadera humanidad lo es. Necesitamos personas cuyo intelecto sea iluminado por la luz de Dios y cuyos corazones Dios puede abrir de tal manera que su intelecto pueda hablar al intelecto de los demás y que sus corazones se abran los corazones de los demás.

Sólo a través de las personas que están tocados por Dios Dios puede devolver a la humanidad "Por lo tanto, la nueva evangelización comienza a partir de aquí: de la credibilidad de nuestra vida como creyentes y de la convicción de que la gracia actúa y transforma hasta el punto de convertir el corazón. 

Es un viaje que todavía encuentra cristianos comprometidos con él después de dos mil años de historia. Dentro de este contexto, vale la pena recordar una historia desde la Edad Media. Un poeta pasó por algún trabajo realizado y vio a tres trabajadores ocupados en su trabajo, sino que eran cortadores de piedra. 

Se volvió hacia el primero y le dijo: "¿Qué estás haciendo, mi amigo ' Este hombre, bastante indiferente, respondió: "Estoy cortando una piedra". Yendo un poco más allá, vio la segunda y que le hicieron la misma pregunta, y respondió a este hombre, sorprendido: "Yo estoy involucrado en la construcción de una columna. 

Un poco más adelante, el peregrino vio la tercera y este hombre también le hizo la misma pregunta, y la respuesta, llena de entusiasmo, fue: "Estoy construyendo una catedral". El antiguo significado no cambia por el nuevo trabajo que estamos llamados a construir. Hay varios trabajadores llamados a la viña del Señor, para llevar a cabo la nueva evangelización, todos ellos tendrán algún motivo para ofrecer a explicar su compromiso. Lo que deseo y lo que me gustaría saber es que, en respuesta a la pregunta: "¿Qué estás haciendo, mi amigo", cada uno sería capaz de responder: "Estoy construyendo una catedral". Cada creyente que, fiel a su bautismo, se compromete a sí mismo con esfuerzo y con entusiasmo cada día para dar testimonio de su propia fe ofrece su contribución original y único para la construcción de su gran catedral en el mundo de hoy. Es la Iglesia de su Señor nuestro, Jesús, el cuerpo y su cónyuge, la gente constantemente en el camino sin llegar a ser cansado, que proclama a todo lo que Jesús ha resucitado, ha vuelto a la vida, y que todos los que creen en él se participación en su misterio de amor, el amanecer de un día, que es siempre nuevo y que nunca se desvanecerá. 1) El logotipo se compone de un campo cuadrado con borde en el que se representa un barco, símbolo de la Iglesia, vela sobre las olas. El palo mayor del barco forma una cruz de velas que se muestran en la forma de un signo dinámico que componen el trigrama de Cristo, IHS. 

Los antecedentes de las velas es un sol que, en asociación con el trigrama, se refiere a la Eucaristía. 

Es mi esperanza que este logotipo se reproducen tanto como sea posible y se distribuirán con el fin de recordar a la gente de la importancia y el poder del Año de la fe para la misión esencial de la Iglesia de la evangelización.



CARDENAL SEAN O’MALLEY: LA NUEVA EVANGELIZACIÓN DEPENDE DE CADA PERSONA.


2012-11-29 13:48:41  

29 de noviembre, 2012. (Romereports.com) Ha transcurrido más de un mes desde el inicio del Año de la Fe. Las diócesis de todo el mundo siguen en busca de nuevas formas de llegar a los creyentes.

Para el arzobispo de Boston, el cardenal Sean O'Malley, el éxito de este año depende de lo que haga cada uno personalmente.




CARD. SEAN PATRICK O'MALLEY
Arzobispo de Boston (EE UU)

“En gran parte la eficacia de la Nueva Evangelización depende de cuánto cada creyente está convencido de que tiene que hablar con otras personas sobre su fe e invitarlos a ser parte de nuestra familia”.

En su archidócesis hay casi medio millón de estudiantes de Harvard, y de muchas otras prestigiosas universidades y colleges.

Para el cardenal O'Malley es una gran ventaja y por eso está buscando nuevas fórmulas para llegar a ellos, y que ellos, a su vez, comiencen a hablar de Dios.

Y pone como ejemplo algo que suele hacer uno de sus sacerdotes.

“Cuando empieza la misa les pide que saquen su iPhone, que pongan como estado de Facebook,“Estoy en misa”, y que luego lo apaguen”.

Un gesto que da una oportunidad a los estudiantes para mostrar a sus amigos que han estado en misa, y hablen de su fe con naturalidad.

Para el arzobispo de Boston, el primer paso debe ser personal: pensar seriamente qué significa la fe para uno mismo. Luego, sentirán solos el deseo y la responsabilidad de hablar de Dios.




PRESENTACIÓN DE LA “EXHORTACIÓN EVANGELLI GAUDIUM”.

MONS. RINO FISICHELLA

PRESIDENTE DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN


Evangelii gaudium: Exhortación Apostólica escrita bajo la luz de la alegría con el fin de redescubrir la fuente de la evangelización en el mundo contemporáneo. En esta
expresión se podría resumir todo el contenido del nuevo documento que el Papa Francisco ofrece a la Iglesia para delinear los caminos del compromiso pastoral que laocuparán en el futuro cercano. 

Una invitación a recuperar una visión profética y positiva de la realidad, sin por ello dejar de ver las dificultades. El Papa Francisco infunde valentía e invita a mirar hacia adelante no obstante el momento de crisis, haciendo una vez más de la cruz y de la resurrección de Cristo la "insignia de la victoria" (85).

En varias ocasiones el Papa Francisco hace referencia a las Propositiones del Sínodo de octubre de 2012, demostrando cuánto la contribución sinodal haya sido un importante punto de referencia para la redacción de la Exhortación. De todas maneras, el texto va más allá de la experiencia del Sínodo. 

El Papa imprime en estas páginas no solo su anterior experiencia pastoral, sino sobre todo su llamado a aprovechar el momento de gracia que la Iglesia está viviendo para emprender con fe, convicción y entusiasmo la nueva etapa del camino de evangelización. 

Continuando la enseñanza de la Evangelii nuntiandi de Pablo VI, él coloca de nuevo al centro la persona de Jesucristo, el primer evangelizador, quien llama hoy a cada uno de nosotros a participar con él en la obra de
salvación (12). "La acción misionera es el paradigma de cualquier obra de la Iglesia"(15)– afirma el Santo 
Padre –; por ello es necesario captar el tiempo favorable para vislumbrar y vivir la "nueva etapa" de la evangelización (17). 

Esta se articula en dos temáticas particulares las cuales marcan la estructura fundamental de la Exhortación.

Por una parte, el Papa Francisco se dirige a las iglesias particulares para que, viviendo en primera persona los desafíos y las oportunidades propias de cada contexto cultural, estén en grado de proponer los aspectos peculiares de la nueva evangelización en sus
países. 

Por otra, el Papa traza un denominador común que le permita a toda la Iglesia, y a cada evangelizador en particular, reencontrar una metodología común para
convencerse de que el compromiso de evangelización es siempre un camino participado,compartido y jamás aislado. 

Los siete puntos, recogidos en los cinco capítulos de la Exhortación, constituyen las columnas basilares de la visión del Papa Francisco sobre la
nueva evangelización: la reforma de la Iglesia en salida misionera, las tentaciones de los agentes pastorales, la Iglesia entendida como totalidad del pueblo de Dios que
evangeliza, la homilía y su preparación, la inclusión social de los pobres, la paz y el diálogo social, las motivaciones espirituales en el compromiso misionero.

El elemento que mantiene unidas estas temáticas se concentra en el amor misericordioso de Dios que
sale al encuentro de cada persona para manifestar el corazón de su revelación: la vida de cada persona adquiere sentido en el encuentro con Jesucristo y en la alegría de compartir esta experiencia de amor con los demás (8).

Así entonces, el primer capítulo se desarrolla a la luz de la reforma de la Iglesia en clave
misionera, llamada a "salir" de sí misma para encontrar a otros. Es la "dinámica del éxodo y del don de salir de sí, del caminar y del sembrar siempre de nuevo,siempre
más" (21), lo que el Papa expresa en estas páginas. La Iglesia que debe hacer suya la"intimidad de Jesús que es una intimidad itinerante" (23). El Papa, como ya es habitual,profundiza sobre algunas expresiones
impactantes y crea neologismos para hacer entender la naturaleza misma de la acción evangelizadora. Entre ellos, por ejemplo, "primerear"; esto quiere decir que Dios nos precede en el amor, indicando a la Iglesia el
camino que debe seguir. Ella no se encuentra en una vía sin salida, sino que va tras las huellas mismas de Cristo (cfr. 1 Pt 2,21); por tanto, tiene la certeza acerca del caminoque debe recorrer. Esto no le provoca miedo, sabe que debe "ir al encuentro, buscar alos alejados y llegar a los cruces de los caminos para invitar los excluidos. Vive un inagotable deseo de ofrecer misericordia" (24). 

Para que esto suceda, el Papa Francisco vuelve a proponer con vehemencia la exigencia de la "conversión pastoral". Esto significa pasar de una visión burocrática, estática y administrativa de la pastoral a una
perspectiva misionera, mejor aún, a una pastoral en estado permanente deevangelización (25). 

En efecto, así como existen estructuras que facilitan y sostienen la pastoral misionera, lamentablemente también "hay estructuras eclesiales que pueden
terminar condicionando el dinamismo evangelizador" (26). 

La presencia de prácticas pastorales anticuadas y rancias obliga entonces a la audacia de ser creativos para repensar la evangelización. En este sentido el Papa afirma: "Una individuación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía" (33).

Es necesario, por tanto, "concentrarse en lo esencial" (35) y saber que solamente una dimensión sistemática, es decir, unitaria, progresiva y proporcionada de la fe puede ayudar verdaderamente. Esto implica para la Iglesia la capacidad de evidenciar la "jerarquía de las verdades" y su adecuada referencia con el corazón del Evangelio (37-39). Esto impide caer en el peligro de una presentación de la fe hecha solo a la luz de
algunas cuestiones morales como si ellas pudieran prescindir de su relación con la centralidad del amor.

Fuera de esta perspectiva, "el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y este es nuestro mayor peligro" (39).

Aparece entonces un fuerte reclamo del Papa para que se establezca un sano equilibrio entre el contenido de la fe y el lenguaje que lo expresa. Puede suceder, a veces, que la rigidez con la que se pretende conservar la precisión del lenguaje, vaya en detrimento del contenido, comprometiendo así la visión genuina de la fe (41).

Un pasaje realmente importante en este capítulo es el número 32, en el que el Papa Francisco muestra la urgencia de llevar a cabo algunas perspectivas del Vaticano II. En particular la tarea del ejercicio del Primado del Sucesor de Pedro y la de las Conferencias Episcopales. 

Ya Juan Pablo II en Ut unum sint, había solicitado ayuda para comprender mejor los deberes del Papa en el diálogo ecuménico. Ahora el Papa Francisco continúa haciéndolo y entrevé que una forma de ayuda más concreta al respecto podría llegar si se desarrollase mayormente el estatuto de las Conferencias 
Episcopales. 

Otro pasaje de particular intensidad, por las consecuencias que tendrá en la pastoral, son los números 38-45: el corazón del Evangelio "se encarna en los límites del lenguaje humano". Es decir, la doctrina se aloja en la "jaula del lenguaje" – por usar una
expresión muy querida por Wittgenstein –, lo cual implica la exigencia de un verdadero discernimiento entre la pobreza y los límites del lenguaje, con la riqueza – en ocasiones todavía desconocida – del contenido de la fe. 

El peligro de que en ocasiones la Iglesiapueda no considerar esta dinámica es real; puede suceder entonces que sobre algunas posiciones exista una cerrazón injustificada, con el consiguiente riesgo de esclerotizar el mensaje evangélico, haciendo que no se pueda percibir más la dinámica propia de su
desarrollo.

El segundo capítulo está dedicado a acoger los desafíos del mundo contemporáneo y a superar las fáciles tentaciones que minan la nueva evangelización. En primer lugar, afirma el Papa, es necesario recuperar la propia identidad, sin esos complejos de inferioridad que conducen a "ocultar la propia identidad y las convicciones… [y] que terminan sofocando la alegría de la misión en una especie de obsesión por ser como
todos los demás y por tener lo que los otros tienen" (79). 

Esto hace que los cristianos caigan en un "relativismo incluso más peligroso que el doctrinal" (80), porque termina corroyendo el estilo de vida de los creyentes.

Sucede entonces que en muchas expresiones de nuestra pastoral las iniciativas resientan la pesadez, pues en el primer puesto se coloca la iniciativa y no la persona.

Sostiene el Papa que la tentación de una
"despersonalización de la persona" para favorecer la organización, es real y común. Del mismo modo, los desafíos de la nueva evangelización deberían ser asumidos más como una oportunidad para crecer y no como un motivo para caer en depresión. 

Hay que desterrar entonces "el sentido de la derrota" (85). Es necesario recuperar la relación interpersonal para que tenga el primado sobre la tecnología del encuentro hecho con el control remoto en mano, con el que se establece cómo, dónde, cuándo y por cuánto
tiempo encontrar a los demás según las propias preferencias (88). 

De todas maneras, entre los múltiples desafíos, además de aquellos que son más corrientes y más recurrentes, es necesario individuar los que inciden de un modo más directo en la vida.

El sentido de "precariedad cotidiana, con consecuencias funestas", las variadas formas de "disparidad social", el "fetichismo del dinero y la dictadura de una economía sin rostro", la "exasperación del consumo" y el "consumismo desenfrenado"… en fin, nos encontramos ante una "globalización de la indiferencia" y ante un "desprecio socarrón" en relación a la ética, en donde se pretende continuamente marginar cualquier reclamo
crítico de frente al predominio del mercado que con su teoría de la "filtración de la riqueza", engaña acerca sobre la posibilidad real de favorecer a los pobres (cfr. nn. 52-64). 

Si la Iglesia aparece todavía con una gran credibilidad en tantos países del mundo,
incluidos aquellos donde es minoría, esto se debe a su obra de caridad y solidaridad
(65).

En la evangelización de nuestro tiempo, por tanto, especialmente ante los retos de las grandes "culturas urbanas" (71), los cristianos están invitados a escapar de dos expresiones que lesionan su misma naturaleza y que el Papa Francisco define en general como "mundanidad" (93). 

En primer lugar , la "fascinación del gnosticismo"; es decir, una fe cerrada en sí misma, en sus certezas doctrinales y que hace de sus propias
experiencias el criterio de verdad para juzgar a los demás. 

Además, el "neopelagianismo autorreferencial y prometeico" de cuantos sostienen que la gracia es solo un accesorio mientras lo que crea progreso es únicamente el proprio empeño y las propias fuerzas.

Todo esto contradice la evangelización. Crea una especie de "elitismo narcisista" que debe ser evitado (94). Qué cosa queremos ser, se pregunta el Papa, ¿"generales de ejércitos derrotados" o "simples soldados de un escuadrón que continua batallando"? el
riesgo de una "Iglesia mundana detrás de telones espirituales o pastorales" (96), no es
recóndito, sino real. Es preciso, entonces, no sucumbir a estas tentaciones, sino ofrecer el testimonio de la comunión (99). Esta se hace fuerte en la complementariedad. 

A partir de esta consideración, el Papa Francisco expone la exigencia de promover el laicado y la mujer; del compromiso con las vocaciones comenzando por los propios sacerdotes.

Mirar la Iglesia con todos los avances realizados en estos decenios requiere evitar la
mentalidad del poder y transformarla por aquella del servicio a la construcción unitaria
de la Iglesia (102-108).

La evangelización es una tarea de todo el pueblo de Dios, ninguno está excluido. Ella no está reservada ni puede ser delegada a un grupo particular. Todos los bautizados están directamente involucrados en ella. 

El Papa Francisco explica, en el tercer capítulo de la
Exhortación, cómo ella se puede desarrollar y las etapas que expresan su progreso. En primer lugar se detiene a evidenciar el "primado de la gracia" que obra sin descanso en la vida de cada evangelizador (112).

Desarrolla, además, el tema del inmenso papel
desempeñado por las diversas culturas en su proceso de inculturación del Evangelio, y previene sobre terminar cayendo en la "vanidosa sacralización de la propia cultura"(117). 

Luego indica el itinerario fundamental de la nueva evangelización en el encuentro interpersonal (127-129) y en el testimonio de vida (121). Finalmente, aboga
por que la piedad popular sea valorizada, pues ella expresa la fe genuina de tantas personas que en este mundo dan un verdadero testimonio de la simplicidad del encuentro con el amor de Dios (122-126). 

Por último, el Papa hace una invitación a los teólogos para que estudien las mediaciones necesarias a fin de lograr una valorización de las distintas formas de evangelización (133), no sin antes considerar ampliamente el tema de la homilía como forma privilegiada de evangelización, la cual necesita una
auténtica pasión y amor por la Palabra de Dios y por el pueblo que se nos ha confiado
(135-158).

El cuarto capítulo está dedicado a la reflexión sobre la dimensión social de la evangelización. Un tema muy apreciado por el Papa Francisco porque "si esta
dimensión no se explicita debidamente, se corre siempre el riesgo de desfigurar el significado autentico e integral de la misión evangelizadora" (176). Es el grande tema del vínculo entre el anuncio del Evangelio y la promoción de la vida humana en todas
sus expresiones. 

Una promoción integral de cada persona es lo que impide reducir la religión a un hecho privado, sin ninguna incidencia en la vida pública y social. Una "fe
auténtica implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo" (183). 

A esta sección de la Exhortación pertenecen dos grandes temas. El Papa habla de ellos con particular pasión evangélica, consciente que determinarán el futuro de la humanidad:
ante todo, "la inclusión social de los pobres"; además, "la paz y el diálogo social".

En lo que se refiere al primer punto, con la nueva evangelización la Iglesia siente como misión propia "colaborar para resolver las causas instrumentales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres", como también la de "gestos simples y
cotidianos de solidaridad de frente a miserias muy concretas" que cada día encontramos delante de nuestros ojos (188). 

Lo que emerge de estas densas páginas es una invitación a reconocer la "fuerza salvífica" que poseen los pobres y que debe ser puesta en elcentro de la vida de la Iglesia mediante la nueva evangelización (198). 

De todas maneras, esto significa que es necesario, ante todo, redescubrir la atención, urgencia y conciencia de esta temática, mucho antes de cualquier experiencia concreta. 

La opción fundamental por los pobres que urge realizar, sostiene el Papa Francisco, es
principalmente, aunque no exclusivamente, una "atención espiritual" y "religiosa"; esta forma es prioritaria sobre cualquier otro modo de atención (200).

Sobre estos temas la palabra del Papa es franca, dicha con parresia y sin circunlocuciones. 

Un "Pastor de una Iglesia sin fronteras" (210), no se puede permitir mirar hacia otro lado. Es por esto que
mientras pide con fuerza considerar el tema de los migrantes, denuncia con igual claridad las nuevas formas de esclavitud: "¿Dónde está aquel que estás matando cada día en la pequeña fábrica clandestina, en la red de prostitución, en los niños que usas para la mendicidad, en aquel que debe trabajar a escondidas porque no está debidamente contratado? No aparentemos que aquí no pasa nada. Existen muchas complicidades"(211). 

Para evitar equívocos, el Papa defiende con la misma fuerza la vida humana desde su primer comienzo y la dignidad de todo ser viviente (213). En lo que concierne al segundo aspecto, el Papa propone cuatro principios que son como el denominador común para crecer en la paz y para su aplicación social concreta. 

Haciendo memoria, tal vez, de sus estudios sobre Romano Guardini, el Papa Francisco parece crear una nueva oposición polar; recuerda, en efecto, que el "el tiempo es superior al espacio", "la unidad prevalece sobre el conflicto", la "realidad es más importante que la idea" y que el "todo es superior a la parte". 

Estos principios se abren a la dimensión del diálogo como primera contribución para la paz y se extiende, a lo largo de la Exhortación, al ámbito de la ciencia, del ecumenismo y de las religiones no cristianas.

El último capítulo busca expresar el "espíritu de la nueva evangelización" (260). Este se desarrolla bajo el primado de la acción del Espíritu Santo que infunde siempre y de nuevo el impulso misionero, a partir de la vida de oración en la que la contemplación ocupa el puesto central (264). 

La Virgen María "estrella de la nueva evangelización" es presentada, al finalizar, como el icono de la genuina acción de anuncio y transmisión del Evangelio que la Iglesia está llamada a realizar en las próximas décadas, con gran entusiasmo e inmutable amor por el Señor Jesús.

"¡No nos dejemos robar la alegría de la evangelización!" (83). Es un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios, el que escuchamos en esta Exhortación
Apostólica. 

El Papa Francisco va al núcleo de los problemas que vive el hombre de hoy y que, de parte de la Iglesia, exigen mucho más que una simple presencia. A ella se la pide una diligente acción programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso por la nueva evangelización. 

El Evangelio debe llegar a todos, sin ningúntipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son privilegiados. Para evitar equívocos, el Papa Francisco presenta su orientación: "No tanto los amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos, aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados… no deben quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan claro" (48).

Como en otros momentos cruciales de la historia, también hoy la Iglesia siente la urgencia de afinar la mirada para cumplir la evangelización a la luz de la adoración; conuna "mirada contemplativa" para continuar viendo los signos de la presencia de Dios.

Signos de los tiempos no solo estimulantes, sino puestos como criterio para un testimonio eficaz (71). El Papa Francisco es el primero de todos en recordar el misterio central de nuestra fe: "No huyamos de la resurrección de Jesús, non nos demos por vencidos jamás, suceda lo que suceda" (3). 

A la postre, la que nos está indicando el Papa Francisco es la Iglesia que se hace compañera de camino de cuantos son nuestros contemporáneos en la búsqueda de Dios y en el deseo de verlo.



26-11-2013

Exhortación Apostólica del Papa: "Evangelii Gaudium"


Mons. Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, fue el encargado de presentar ante los medios este martes 26 de noviembre la primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco, un documento que suma dos llamados inseparables: la evangelización y la justicia social, construidas sobre la esperanza, la fe, la caridad y la alegría cristiana.

"Es un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios, el que escuchamos en esta Exhortación Apostólica", aseguró el arzobispo italiano.

En la presentación intervinieron Mons. Rino Fisichella; Mons. Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos; y Mons. Claudio Maria Celli, Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.

La primera Exhortación apostólica del Papa Bergoglio, indicaron, es un documento programático y exhortativo, cuya centralidad es la misionariedad sin fronteras, con carácter universal, destacó el Secretario General del Sínodo de los Obispos.

El Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales puso de relieve que su lenguaje sereno, cordial, directo, como viene haciendo desde el comienzo de su pontificado, alienta a "expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su permanente novedad».

"La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús". Así empieza la Exhortación apostólica "Evangelii Gaudium", en la que el Papa Francisco recoge la riqueza de los trabajos del Sínodo dedicado a la nueva evangelización del 7 al 28 de octubre de 2012. [En el resumen de Mons. Fisichella recogido por Radio Vaticano, los números hacen referencia a los párrafos citados]

"Quiero dirigirme a los fieles cristianos -escribe Francisco- para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años" (1).

Se trata de un fuerte llamamiento a todos los bautizados para que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a los otros el amor de Jesús en un "estado permanente de misión", (25) venciendo "el gran riesgo del mundo actual": el de caer en "una tristeza individualista" (2).

Mons. Fisichella señaló que el Papa Francisco va al núcleo de los problemas que vive el hombre de hoy y que, de parte de la Iglesia, exigen mucho más que una simple presencia. 

A ella se la pide una diligente acción programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso por la nueva evangelización. El Evangelio debe llegar a todos, sin ningún tipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son privilegiados.

Para evitar equívocos, el Papa Francisco presenta en su orientación: "No tanto los amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos, aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados, no deben quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan claro" (48).

En lo que respecta a la dimensión comunicativa del Papa Francisco, la Exhortación Apostólica -señaló el Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales- sigue su estilo y lenguaje coloquial, con su característica profundidad pastoral

Su lenguaje sereno, cordial, directo, como viene haciendo desde el comienzo de su pontificado, alienta a "expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su permanente novedad», como escribe el mismo Santo Padre, que señala también que "es deseable que cada Iglesia particular aliente el uso de las artes en su tarea evangelizadora, en continuidad con la riqueza del pasado, pero también en la vastedad de sus múltiples expresiones actuales, en orden a transmitir la fe en un nuevo lenguaje parabólico".

Mons. Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos, hizo hincapié en la dimensión sinodal, de la primera Exhortación Apostólica del Papa Bergoglio, destacando que el Obispo de Roma ha reelaborado de forma personal las proposiciones de los Padre sinodales y ha escrito un documento programático y exhortativo, cuya centralidad es la misionariedad sin fronteras, con carácter universal. 

El Santo Padre escribe la palabra 'alegría' 59 veces, en esta Exhortación Apostólica, que cita 27 veces las proposiciones sinodales.

El Secretario General del Sínodo de los Obispos, puso de relieve la invitación del Papa a ir a las periferias existenciales, su vivencia personal como Arzobispo de Buenos Aires y en la redacción del Documento de Aparecida. Experiencia pastoral, que se enriquece con la piedad popular, que en América Latina y el Caribe, los obispos denominan también "mística popular".

Entre los puntos citados por Mons. Baldisseri también la urgencia mundial de la dimensión social de la Evangelización, que destaca el Papa Francisco y a la que dedica una parte consistente de su documento, en el que leemos textualmente: "A continuación procuraré concentrarme en dos grandes cuestiones que me parecen fundamentales en este momento de la historia. 

Las desarrollaré con bastante amplitud porque considero que determinarán el futuro de la humanidad. 

Se trata, en primer lugar, de la inclusión social de los pobres y, luego, de la paz y el diálogo social".

Resumen del texto (Radio Vaticano)
-En la Exhortación, el Papa invita a "recuperar la frescura original del Evangelio", encontrando"nuevos caminos" y "métodos creativos", a no encerrar a Jesús en nuestros "esquemas aburridos".

-Es necesaria "una conversión pastoral y misionera, que no deje las cosas como están".-Una "reforma de las estructuras" eclesiales para que "todas ellas se vuelvan más misioneras".

-El Pontífice piensa también en "una conversión del papado" para que sea "más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle. Y afirma que "no se realizó plenamente" la aplicación de la colegialidad. 

Es necesaria "una saludable descentralizción"
dice el Papa que subraya que en esta renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia.

-Signo de la acogida de Dios es "tener templos con las puertas abiertas en todas partes" para que todos los que buscan no se encuentren "con la frialdad de unas puertas cerradas".

-El Papa reitera que prefiere una Iglesia "herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia... donde tantos hermanos nuestros vivan" sin la amistad de Jesús.

-"La mayor amenaza" indica Francisco es "el gris pragmatismo de la vida cotidianade la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando".

-Exhorta a no dejarse vencer por el "pesimismo estéril" poniendo en marcha "la revolución de la ternura".

-Es necesario huir de la "espiritualidad del bienestar" y vencer "la mundanidad espiritual" que consiste en "buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana".

-El Pontífice lanza un llamamiento a las comunidades eclesiales a no caer en envidias ni en celos dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades.

-Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de los laicos. Afirma que "es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia".

-Señala que los jóvenes deben tener "un protagonismo mayor".

-Frente a la escasez de vocaciones en algunos lugares, afirma que "no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones".

-Afrontando el tema de la inculturación, recuerda que "el cristianismo no tiene un único modo cultural" y que el rostro de la Iglesia es "pluriforme".

-Y en ese sentido reafirma la "fuerza activamente evangelizadora" de la piedad popular.

--Se detiene "con cierta meticulosidad, en la homilía" el Santo Padre. El Papa dice que la homilía "debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase", debe "hacer arder los corazones", huyendo de "una predicación puramente moralista o adoctrinadora".


-Subraya la importancia de la preparación: "Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e irresponsable".

-Hablando de los retos del mundo contemporáneo, el Papa denuncia el sistema económico actual: "es injusto en su raíz". "Esa economía mata" porque predomina "la ley del más fuerte".

-La cultura actual del "descarte" ha creado "algo nuevo": "Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»".

-Vivimos en una "nueva tiranía invisible, a veces virtual", de un "mercado divinizado"donde imperan la "especulación financiera", "una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta".


JMP+


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